Diario Expreso

Qasem Soleimani (II)

- IRENE VÉLEZ FROMENT colaborado­res@granasa.com.ec

El viernes anterior me enfoqué en por qué EE. UU. había llevado a cabo el ataque a Qasem Soleimani. ¿Fue legítimo? Para responder hay que comprender primero el perfil del personaje. Desde hace veinte años era el responsabl­e de las acciones militares encubierta­s de las fuerzas iraníes en el extranjero. Operaba desde las sombras, en las regiones donde su país buscaba ampliar su influencia. De ahí los lazos entre Teherán e Hizbulá en Líbano, con Hamás en Palestina, Bashar al Asad en Siria. La lista sigue creciendo, hasta abarcar a prácticame­nte toda milicia chiita (rama del islam que defiende Irán) en la zona. Un perfil peligroso. En su historial se basa EE. UU. para justificar el ataque. Se ampara en el derecho a la legítima defensa preventiva expuesta (entre líneas) en el art. 51 de la Carta de NN. UU. En otras palabras: si tengo conocimien­to de un ataque organizado contra mi seguridad, puedo actuar antes contra esa amenaza. Sin embargo, para minimizar el potencial abuso al ataque preventivo, el derecho internacio­nal establece, como afirma Agnes Callamard, relatora especial de la

ONU sobre Ejecucione­s Extrajudic­iales, que “debe ser una necesidad instantáne­a, abrumadora y que no deje espacio a la elección de los medios ni momento para la deliberaci­ón”. Ni uno de estos criterios aplica. EE. UU. no ha entregado una sola prueba sobre el supuesto ataque inminente que no “le dejó otra opción”. Sí, el mundo puede estar más seguro hoy. El puesto de Soleimani será difícil de reemplazar y con eso disminuirí­a la efectivida­d de Irán en la región. Sí, luego de este golpe Irán bajará su cabeza y evitará la locura de enfrentars­e militarmen­te a Norteaméri­ca. Sí, lo arrinconó sobre las cuerdas. Pero en las posibles consecuenc­ias políticas no recae la legalidad del acto. Ya debieron haberse presentado ante el Consejo de la ONU a explicar la evidencia que justificar­a el ataque. No lo han hecho: o no la tienen, o no quieren que otros Estados la critiquen y nublen su victoria. Las consecuenc­ias para la paz internacio­nal pueden incluso ser positivas, mas tengamos algo claro: en 2020 se acabó la ilusión del Derecho Internacio­nal. Existe la ley, pero la del más fuerte.

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