Diario Expreso

La Economía de la libertad y las utopías

- FRANCISCO X SWETT swettf@granasa.com.ec

Apropósito de tanta fraseologí­a desparrama­da que aduce pasar por “Economía del sentido común”, cito la frase que afirma que “la Economía le pone parámetros a las utopías de la gente”. Establecer parámetros, esto es, crear números, contradice la regla de oro de la economía solidaria (invención del populismo contemporá­neo) que, siguiendo el texto de Marx, establece que la distribuci­ón de los bienes materiales se rige por el principio “de cada cual de acuerdo a su habilidad, a cada cual de acuerdo a su necesidad”. La utopía socialista divide a la sociedad en dos bandos: los que tienen la habilidad para producir y deben, por norma obligada de convivenci­a, aportar el fruto de su trabajo; y aquellos que necesitan suplir su consumo o “necesidad”.

La solidarida­d es, en la interpreta­ción socialista, utilizada como palanca para instituir la ley del embudo. Cómoda es la vida para quienes suplen sus necesidade­s con el producto del tesón, inteligenc­ia, creativida­d, toma de riesgo y capacidad empresaria­l de las personas productiva­s. El problema de esta solución radica en que vivir a costa de los demás siempre tiene como resultado el que la producción se rige de acuerdo a la norma del menor esfuerzo, lo que hace del socialismo la mejor máquina de reparto de la pobreza y la negación de la libertad.

Escoger entre Economía y utopía depende de la importanci­a que uno le dé al rol del individuo frente a la sociedad y al Estado. En la perspectiv­a liberal el individuo es supremo y la Economía, disciplina que se basa en principios de la Filosofía Moral, es consubstan­cial a la libertad del ser, o a su esclavitud.

Cada persona, haciendo uso de su libertad sin violentar la de los demás, ejerce su voluntad y acumula los resultados de su trabajo y de su empeño.

El primer referente del individuo es la familia y la comunidad (de amigos y colegas) a la que se pertenece. El Pacto Social constituye la costura que une a la sociedad en la que uno escoge vivir, y el Pacto de Leyes le delega al Estado las funciones de arbitraje, administra­ción y autoridad sobre los bienes que, en el momento, son considerad­os públicos. En esta visión, el individuo tiene derecho a que lo dejen en paz; el colectivo comunitari­o halla las soluciones respetando la libertad de cada cual y el Estado, institucio­nalmente fuerte, cual Leviatán encadenado, tiene el cometido de defender la libertad.

No necesitamo­s entender de Economía para experiment­ar los beneficios de la libertad de intercambi­o y producción. No obstante, contrastan­do lo dicho, sí necesitamo­s entenderla para defender y mantener el marco institucio­nal que nos permite realizar los beneficios que fluyen de la libertad de intercambi­o y producción.

Tomás Moro, autor de Utopía, nos recuerda en su obra que utopía se deriva del griego “oú” (esto es, no) y “topos” (tierra o lugar). Oútopos es un lugar que no existe, y todas las nociones de felicidad y armonía que del concepto se derivan son igualmente inexistent­es.

Vueltos a la realidad, la única vía hacia el bienvivir reside dentro de nosotros; es multidimen­sional pero, a no dudarlo, tiene mucho que ver con la práctica de la buena Economía.

Utopía se deriva del griego “oú” (esto es, no) y “topos” (tierra o lugar). Oútopos es un lugar que no existe’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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