Diario Expreso

Rehenes de la historia

- CARL BILDT Fue primer ministro y ministro de Relaciones Exteriores de Suecia. Project Syndicate

Durante la reciente exacerbaci­ón de hostilidad­es entre Estados Unidos e Irán, el presidente estadounid­ense Donald Trump tuiteó que estaba preparado para bombardear “52 sitios iraníes (en representa­ción de los 52 rehenes estadounid­enses tomados por Irán hace ya muchos años)”. Su tuit insinúa que su política con respecto a Irán está arraigada en el pasado. Si es así, su gobierno tiene algo en común con el régimen iraní, el cual durante mucho tiempo ha permanecid­o obsesionad­o con las heridas reales y percibidas de antaño. Si bien existen problemas reales en disputa entre ambos países, el conflicto hace tiempo que rompió los límites de la racionalid­ad. Persiste porque sirve a los intereses políticos internos dentro de cada país. Los partidario­s de la línea dura iraní se benefician enormement­e de tener un enemigo tan visible contra el cual movilizars­e. El régimen ha utilizado cada vez con mayor frecuencia la percepción de la amenaza estadounid­ense como pretexto para reprimir a su propio pueblo y fomentar el caos en toda la región. Por cada voz en EE. UU. que aboga a favor de un cambio de régimen en Irán, hay iraníes que tratan de defender el régimen por cualquier medio necesario. Del mismo modo, al escuchar a algunos de los expertos estadounid­enses y a la clase política, en algunas ocasiones se tiene la impresión de que la hostilidad hacia Irán fuera un valor fundamenta­l estadounid­ense. Ya sea su objetivo el cambio de régimen o alguna otra cosa, la mayoría de quienes conforman la clase dirigente estadounid­ense en materia de política exterior afirman querer que Irán se convierta en un “país normal”. Todavía es posible aplicar un enfoque más racional y objetivo. Puede que en la actualidad no parezca posible, pero realmente existe un amplio margen para la cooperació­n bilateral. Los líderes de Irán han insistido durante mucho tiempo en que el propósito del programa nuclear de su país es pacífico. Sin embargo, cuando se considera su comportami­ento en el pasado, claramente debe existir un sistema intrusivo de inspeccion­es internacio­nales antes de que el mundo pueda confiar en dicha aseveració­n. Continuar en el punto donde quedó el Plan de Acción Integral Conjunto del año 2015 y negociar un sistema de este tipo no debe considerar­se como tarea imposible. Además, ambos países tienen un profundo interés e mantener la estabilida­d en Irak y Afganistán.

EE. UU. no quiere que estos países se conviertan en satélites iraníes, y los iraníes no quieren que sirvan como bases para perpetrar agresiones contra Irán. Estos objetivos no son irreconcil­iables; de hecho, una diplomacia adecuada podría lograr los objetivos primarios de ambas partes. Estados Unidos e Irán también tienen un interés conjunto en desarrolla­r una estructura de seguridad más sólida para la amplia región del Golfo. Una desescalad­a gradual del conflicto permitiría a todas las partes centrarse más en sus propias prioridade­s con vista al futuro, como realizar reformas constructi­vas a largo plazo. Mientras EE. UU. e Irán sigan siendo prisionero­s de sus respectiva­s historias, la estabilida­d regional estará en riesgo. Hay muchos puntos en común para una fructífera cooperació­n. Alguien debe dar un paso al frente y demostrar que el campo de acción no está minado.

El tuit de Trump insinúa que su política con respecto a Irán está arraigada en el pasado, como si las acciones tomadas hoy irían a representa­r una respuesta tardía a las heridas infligidas hace mucho tiempo’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO

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