Un retrato del BARRIO NIGERIA
Una investigación analiza la historia de este sector, que nació sobre el estero y luchó hasta legalizarse. El desempleo persiste.
Nigeria no era un barrio, sino un conjunto de casas de caña levantadas de forma tropezada sobre las aguas de los esteros Muerto y Mogollón, que forman parte del Salado. Se accedía allí, tan solo hace unos años, a través de puentes colgantes destartalados, construidos con madera.
Las familias de la provincia de Esmeraldas que invadieron esa cooperativa de Isla Trinitaria, en los ochenta, vivían de forma deplorable. Era el tiempo en que León Febres-cordero era presidente y Guayaquil construyó la vía Perimetral.
Los moradores de Nigeria no solo tenían que llevar sobre los hombros el agua en baldes y caminar por lo menos un kilómetro hasta dejarla en casa, sino que el terreno fangoso reducía el tiempo de vida útil de la caña de los hogares y la marea y las instalaciones eléctricas improvisadas constituían una constante amenaza para la seguridad de sus habitantes, que en toda la isla suman cien mil.
Ese escenario es parte de la historia de este sector popular de Guayaquil que se cuenta en ‘Barrio Nigeria. Calidad de vida, buen vivir y complejidad’, un análisis que el catedrático Juan José Rocha convirtió en libro en noviembre pasado, luego de varios años de investigación en campo y documental.
Rocha quiso retratar la vida de los habitantes y contar su evolución socioeconómica, sin alejarse de la forma en que el sitio ha sido marginado, golpeado, excluido y discriminado por Guayaquil, de forma directa e indirecta.
Rocha, en una entrevista con este Diario, describe que la gente que vive allí empezó en estos asentamientos e invasiones y se mantuvo más de 20 años sin ningún tipo de ayuda, en medio de una ola de violencia que terminaba con cadáveres echados como basura en el mismo estero que hasta hace no mucho recibía los desechos orgánicos de las familias que viven en la zona.
Quien llega al barrio hoy por primera vez, no podría creer todo el pasado que lo envuelve. Washington Angulo es uno de los líderes comunitarios fundadores de Nigeria. Camina sobre las calles asfaltadas y recorre los murales artísticos de uno de los tantos proyectos de inclusión social que ha visto el sector a lo largo de estos años.
“Todo ha cambiado aquí. Tenemos una vida mejor, pero porque nosotros la buscamos. Para que llegue el relleno y la legalización cerramos la Perimetral hace unos 20 años. Fue rogar con un plantón los derechos que como ciudadanos nos correspondían”, recuerda.
Angulo es una de las principales
fuentes en el libro de Rocha, igual que el padre Marco Paredes, a quien se encuentra en el centro comunitario Juanito Bosco, que también es una iglesia católica.
Después de luchar contra las tormentas de un barrio convulso, en donde hasta el cemento de la obra que hoy acoge el templo se robaban, ese lugar es zona franca en medio de la inseguridad que aún golpea.
“Quien llega Nigeria ve un barrio asfaltado, manzanas cuidadas, casas pintadas; pero hay que decirlo, el desarrollo llegó a cuentagotas. Hasta 2005 hubo ausencia total de autoridades. Todos los trabajadores de las instituciones sociales que llegaban, se retiraban por miedo a los robos”, reconoce el sacerdote, una de las figuras más respetadas de Nigeria.
Trabajó con los niños y llegó luego de eso a los padres. Organizó oratorios en las calles, improvisó canchas de fútbol en terrenos baldíos e intentó dignificar la vida de la zona con la organización de capacitaciones. Hoy, el patio de la iglesia es también un lugar para refuerzo escolar, una escuela de danza y música, un laboratorio de computación y un salón de manualidades y capacitaciones.
“Hay deudas sociales. Existe gente aquí que aún no sabe leer. Se sufre de un nivel muy bajo de cultura, por eso persisten la delincuencia y el tráfico. Ha sido su salida al desempleo”, analiza el padre.
El propósito de Juan José Rocha con este retrato de Nigeria es lograr que la gente conozca la realidad de un sector que ha sido históricamente marginado. Que porque haya llegado la obra no significa que haya desaparecido la pobreza. “Era necesario que se recuerde que Guayaquil, la ciudad más desarrollada del Ecuador, tiene a solo 20 minutos del centro, territorios en donde aún faltan servicios básicos, que viven totalmente excluidos de ese modelo de gestión que nos muestra prosperidad”, concluye Rocha.
DENSIDAD
Ecuador es el cuarto país de América del Sur con mayor cantidad de afrodescendientes, por debajo de Brasil, Colombia y Venezuela. Solo en Guayaquil viven 154 mil.