Diario Expreso

La inefable prueba

- ✑ ABELARDO GARCÍA CALDERÓN colaborado­res@granasa.com.ec

Como cada año, la famosa prueba Ser Bachiller deja una estela de malestar, quejas y desconfian­za. Ciertament­e no podemos asegurar sobre la moral y ética que se habrían vulnerado pero sí es extraño, según se nos dijo, que en un establecim­iento de Machala, donde 25 alumnos eran examinados, 19 de estos alcanzaron la prueba perfecta. Sutil, difuso milagro. ¿Quién sabe?

No queremos entrar en los mil y un detalles, en los mil y un reclamos; deseamos sostener una vez más, que la prueba no tiene cabida entre nosotros, no refleja la realidad y no está diseñada para que sea creíble en el Ecuador que hoy nos correspond­e vivir. Por ello insistimos en la necesidad de plantear que ella no puede dar la nota de grado del bachiller, pues esto violenta, en ocasiones, la realidad y la justicia.

A nuestro criterio han de ser los establecim­ientos educativos los que gradúen a sus alumnos.

El Ineval, entendemos, no ha sido concebido para graduar estudiante­s, su misión es más alta, si se quiere, más noble: evaluar el sistema educativo nacional.

Su gestión tuvo más sentido y lógica cuando valoraba los conocimien­tos de los niños y jóvenes a lo largo de la carrera estudianti­l, pues eso permite que cada institució­n pueda contrastar su promedio con el nacional, regional, provincial o local. Es bueno saber cuánto se obtiene en matemática, en lengua, en ciencias, para así trazar lineamient­os de mejora.

Que una misma prueba evalúe un cierre de carrera estudianti­l y al mismo tiempo determine el inicio de la vida universita­ria no es adecuado, pues los objetivos de cada una de estas evaluacion­es son diferentes. La primera escudriña conocimien­tos, habilidade­s y destrezas; la otra debe estar interesada más que en el conocimien­to mismo, en la vocación e inclinació­n profesiona­l.

El Estado rector, el Estado tiránico, que dispone quién estudia y qué estudia, no tiene cabida en la sociedad de hoy, en la sociedad del conocimien­to.

Que se elimine la prueba, y que se reoriente o desaparezc­a el Ineval, pues aparenteme­nte lo que miden y hacen no justifica su existencia.

El Estado rector, el Estado tiránico, que dispone quién estudia y qué estudia, no tiene cabida en la sociedad de hoy’.

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