La Conaie no sabe de qué quejarse
Cuatro horas después de que Lenín Moreno anunciara su paquete de medidas económicas, la Conaie continuaba sin saber de dónde le caían los tiros. El presidente fue extremadamente cuidadoso: pasó por el capítulo de los combustibles como quien pasa leyendo en diagonal, lo despachó en 25 segundos por reloj, no pronunció la palabra “subsidios” ni para bien ni para mal, empezó diciendo que bajaba el precio de la gasolina y terminó elogiando las virtudes de “la fórmula que aplicaremos”, sin haber dicho, concretamente, en qué consiste. ¿Y el tractorcito?, se habrá preguntado Leonidas Iza.
Desde que empezó la cuarentena, los dirigentes venían advirtiendo al Gobierno sobre las fatales consecuencias (en términos de protestas y levantamientos) que le esperaban si se atrevía a eliminar el subsidio a las gasolinas. Así que el presidente dio con la fórmula para eliminarlas con piola, para eliminarlas y no. Y, por una vez, su política calzó perfectamente con su ambigüedad incomprensible. ¿Qué diantres dijo? Para la Conaie, solo una cosa estaba clara: había que oponerse. Pero ¿a qué? Su primer tuit fue clarísimo en identificar al enemigo: “el libre mercado”. Acababan de darse cuenta de que el Ecuador no es Cuba.
Una hora después, seguían en las mismas: “Liberación de precios de combustibles significa eliminar subsidios, el mecanismo de banda no es claro”, volvieron a quejarse en Twitter. Ya el ministro de Energía, René Ortiz, en la rueda de prensa que ofreció con la clara intención de traducir al castellano las declaraciones de Lenín Moreno, dio a entender que el precio de la gasolina no subirá nunca más allá del cinco por ciento... en un mismo mes.
Quizá la Conaie llegó ya a la conclusión evidente: que esto se pudo evitar hace ocho meses, en octubre. Si sus dirigentes se hubieran sentado con los funcionarios del Gobierno a negociar la medida más sensata: la focalización del subsidio. Pero no. Ahora toca vender el tractorcito.