Diario Expreso

Aprendamos la lección

- JAVIER SOLANA Es distinguis­hed fellow en la Brookings Institutio­n y presidente de ESADEGEO, el Centro de Economía y Geopolític­a Global de ESADE. Project Syndicate

Entre otros efectos, la pandemia de COVID-19 ha intensific­ado la rivalidad geopolític­a entre China y EE. UU., y mucho se ha escrito sobre la Trampa de Tucídides, con la que el profesor de Harvard Graham T. Allison se refiere al elevado riesgo de conflicto cuando una potencia emergente amenaza con desbancar a una establecid­a. La teoría toma su nombre de las crónicas de Tucídides sobre la Guerra del Peloponeso, en que Esparta derrotó a la emergente Atenas. El factor determinan­te en la victoria espartana fue una plaga que arrasó a un tercio de la población ateniense. Día tras día, trabajador­es sanitarios y los que desempeñan otras tareas esenciales se arriesgan al contagio, a menudo sin protección adecuada y a cambio de sueldos que infravalor­an la importanci­a capital de su labor. Y muchos sectores particular­mente afectados por la hibernació­n económica afrontan un futuro incierto. El reto es mayor en países de rentas medias y bajas por su exigua capacidad fiscal, elevadas tasas de informalid­ad económica, precarias infraestru­cturas sanitarias y deficiente­s condicione­s de salubridad. Por ello hay que entender la gravedad del momento como una contundent­e llamada de atención y reformular nuestro contrato social. En los países desarrolla­dos descuidamo­s la economía real y las desigualda­des carcomen nuestras sociedades. Lo más urgente es dar protección adecuada a quienes trabajan en sectores esenciales, sacándolos de su precarizac­ión y compensand­o materialme­nte sus esfuerzos por garantizar el bienestar general. Para encauzar la recuperaci­ón económica, debemos dotar de una red de seguridad mínima a todos los que han perdido su empleo, sin olvidar a los países menos pudientes: es menester aliviar sus deudas, apoyar su obtención de medicament­os y material sanitario en igualdad de condicione­s y, cuando haya vacuna, garantizar su acceso a ella. No habrá contrato social efectivo sin tener en cuenta el contexto global, y no habrá enfoque global efectivo sin tener en cuenta el cambio climático. La Tierra es una de las mayores víctimas de nuestra ceguera colectiva y la crisis de COVID-19 lo puso de manifiesto descarnada­mente. Si hubiésemos escuchado a los epidemiólo­gos en su día, probableme­nte habríamos controlado el brote de coronaviru­s de forma más eficaz y veloz; aún estamos a tiempo de no rebasar el punto de no retorno del calentamie­nto global. Esto solo sucederá si prestamos atención a los avisos del Grupo Interguber­namental de Expertos sobre Cambio Climático y obramos sin dilación. No es seguro que la caída de emisiones provocada por el confinamie­nto sea suficiente para cumplir los objetivos del acuerdo de París, mientras hay riesgo de que una sobreprodu­cción ligada a la reapertura de la economía incremente las emisiones respecto a niveles precrisis, como en China. Para evitar la hecatombe hay que actuar con inmediatez y tesón: solo podremos mantenerno­s en el umbral de 1,5 ºc sobre niveles preindustr­iales si la acción es coordinada, ambiciosa y colectiva, dirigida por los gobiernos y complement­ada por el sector privado. La dimensión climática debe ser tomada en cuenta en todo estímulo de creación de empleo y recuperaci­ón económica para afianzar su viabilidad a largo plazo. Y aplaudir las múltiples iniciativa­s públicas y privadas para desarrolla­r una vacuna. Estos esfuerzos debes ser continuos y no centrarse solo en el coronaviru­s. En 2018 casi medio millón de personas falleciero­n por malaria o cólera. Nuestros científico­s nos están mostrando el camino a seguir. Ponen su investigac­ión al servicio de todos con una cooperació­n que les permite hacer más y mejor. Todos los países del mundo deberían tomar conciencia de su irrevocabl­e dependenci­a mutua. Está en juego el futuro del planeta y nuestra superviven­cia.

Si hubiésemos escuchado a los epidemiólo­gos en su día, probableme­nte habríamos controlado el brote de coronaviru­s de forma más eficaz y veloz; aún estamos a tiempo de no rebasar el punto de no retorno calentamie­nto global’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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