400 millones más solo con no robar en los hospitales
Lenín Moreno reapareció el miércoles por la noche para dictar los capítulos que se le olvidaron el martes por la mañana. En esta nueva cadena nacional habló de los escándalos de corrupción “que involucran -dijo- a varios de los que fueron mis compañeros en la administración anterior”, la de aquel personaje al que en su momento enalteció llamándolo “leyenda”. Escándalos de los que él no supo nunca nada. Mientras hablaba, las imágenes en la pantalla mostraban una colección de terrenos aplanados, obras civiles inconclusas o con fallas estructurales, hidroeléctricas y refinerías inactivas, criando telarañas, elefantes blancos monumentales, impertérritos ante el paso del tiempo… Bultos bastante grandes, en fin, que él no vio. Hasta ahora.
Son tantas las cosas que hoy sabe el presidente y antes no sabía. Por ejemplo, que en la compra de medicamentos y equipos hospitalarios ha habido “una corrupción rampante”. “Desde hace décadas”. Cuando los hospitales, ya durante su gobierno, se repartieron como cuota política entre asambleístas y caciques locales, él por supuesto no tenía idea de para qué era. Hizo falta una crisis de dimensiones mitológicas para que se diera cuenta.
Ahora hasta tiene calculado cuánto nos cuesta la gracia. Dice que, con la creación de un proceso unificado para la compra de insumos y medicamentos, más la adopción de un sistema de inventarios de alta tecnología en las bodegas de los hospitales, el país ahorrará 400 millones de dólares. ¿Hay que multiplicar esa cifra por tres, los tres años que lleva Lenín Moreno en el Gobierno, para saber cuánto nos ha costado? ¿Hay que multiplicarla por trece?
“La Secretaría Anticorrupción -dijo el presidente cambiando de tema ¿o no?ha hecho un buen trabajo en la prevención de decenas de casos de corrupción”. No estos, claro. Otros que no nombró. Cuánta corrupción habrá evitado esa Secretaría que da exactamente lo mismo eliminarla. Fue necesario que la Fiscalía, la Corte Nacional y el Consejo de la Judicatura se lo pidieran en coro para que el presidente, bajo la divisa de “soy hombre de diálogo y consensos”, decidiera por fin cerrar esa oficina que tenía como misión prevenir la corrupción y a la que se le pasaron 400 millones anuales de robo en hospitales por las galletas. Esa buena noticia dio Moreno el miércoles. Parece que eso quiere decir caigaquien-caiga.