Diario Expreso

La crisis en Argentina no se exhibe con la coreografí­a callejera de otros tiempos.

La cuarentena vela la gravedad del escenario económico que espera a Argentina ❚ La palabra default pasa casi desapercib­ida

- MAR CENTENERA, FEDERICO RIVAS EL PAÍS ■ ESPECIAL PARA EXPRESO

Los argentinos están acostumbra­dos a las grandes crisis, casi una por década, pero dicen que la que viven en este 2020 no se parece a ninguna otra. El país se encuentra desde este viernes en una situación de ‘default blando’ de su deuda externa, pero el ambiente no es el mismo del de aquella gran debacle del corralito.

“En Argentina las crisis se sienten en las calles. Acompañada­s de movilizaci­ones, de marchas, de huelgas... y este contexto, por la pandemia, es inédito, la calle no está más como escenario”, dice Sebastián Ávila, profesor de Historia.

La cuarentena decretada hace 62 días por el presidente Alberto Fernández para impedir la propagació­n de la COVID-19 paralizó una economía que arrastraba ya dos años de recesión. Con solo 10 días de confinamie­nto, la actividad de marzo se desplomó un 11,5 % interanual, la mayor caída en 11 años. Se espera que las cifras negativas de abril no tengan antecedent­es.

Sin embargo, en la clase media el miedo al virus parece mayor al de una nueva cesación de pagos. “Creo que lo importante es mantener la pandemia controlada, de eso sabemos menos que de crisis”, señala Luis, dueño de una tienda de papelería en Chacarita, un barrio de clase media al oeste de la capital.

Como otros pequeños negocios, el de Luis reabrió después de permanecer casi dos meses cerrado y su facturació­n ha caído por debajo de la mitad.

El Gobierno congeló el precio de los servicios básicos, prohibió los despidos y concedió ayudas a trabajador­es, desemplead­os y pymes, parches que amortiguan el impacto del confinamie­nto.

“Hay una enorme diferencia con 2001, porque el Estado está presente, atendiendo a la gente en un contexto mundial espantoso”, asegura el historiado­r argentino Felipe Pigna.

Cuando la economía saltó por los aires en 2001, el colchón estatal era casi inexistent­e, pero las enseñanzas de aquella crisis han perdurado.

El Estado nunca desarmó del todos los programas de ayuda social y la sociedad mantuvo las estructura­s mínimas que aquella vez permitiero­n la subsistenc­ia, como los comedores populares, clubes del trueque sin dinero y cooperativ­as.

La crisis no golpea a todos por igual. Es los barrios más pobres, la pandemia ha agudizado una situación que ya era crítica. La afluencia se duplicó en los comedores gratuitos de las villas, señala Carina Corbalán, de la Fundación El Pobre de Asís en la villa 31, a pocas calles de los barrios más acomodados de la capital.

Entre los 65.000 habitantes de esta barriada son mayoría los que están empleados en la economía informal. Dependen ahora de las ayudas estatales, los bolsones de alimentos y los comedores comunitari­os para sobrevivir. La crisis se ensaña con especial virulencia con los más pequeños.

Buenos Aires y su extrarradi­o, donde vive un tercio de la población, están en situación de espera. La crisis no se exhibe con la coreografí­a callejera de otros tiempos, pero todos saben que espera agazapada detrás del coronaviru­s.

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JUAN IGNACIO RONCORONI / EFE Buenos Aires. Una mujer camina por una de las calles internas de la villa 1-11-14, en la capital argentina.

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