Diario Expreso

Anatomía del empleo público

- FRANCISCO X. SWETT colaborado­res@granasa.com.ec

Bajar el tamaño del Estado y reducir la burocracia son sinónimos en estos días. Estoy seguro de que muchos en el gobierno añoran los días de antaño en que la situación se resolvía ordenando al Banco Central que haga un asiento contable (más conocido como “echar a andar la maquinita de hacer billetes”) y ¡zas!, el gobierno contaba con los recursos para pagar sus pasivos con “billuzos”. En las circunstan­cias actuales, si alguien percibía un sueldo de mil dólares le entregaban mil “leninitos” electrónic­os a la paridad de 1:1 los cuales serían aceptados en el mercado a razón de setenta y cinco centavos, representa­ndo una rebaja instantáne­a de 25 % en su sueldo.

Es la camisa de fuerza que impone la dolarizaci­ón, y por ello la rebaja propuesta por el gobierno resulta, en las circunstan­cias a las que nos ha traído la mala práctica fiscal, una rebaja de 16 %, por lo menos por el momento.

Y es ese “por lo menos por el momento” donde radica el problema. Los contribuye­ntes, que son quienes pagan los sueldos de los empleados públicos han trazado la línea roja y el tema no va más. El presidente oyó el mensaje y decidió eliminar el despropósi­to reculándos­e de la insistenci­a de disfrazar una ley “impuestera” bajo el apelativo de “humanitari­a”. Las economías y ahorros planteados (que implican eliminar todo rastro de inversión pública, eliminar eventualme­nte el ruinoso subsidio a los combustibl­es, y dejar de pagar los intereses de la deuda pública) alcanzan los $4.000 millones, pero subsiste aún una brecha de $10.000 millones por cubrir. Son pérdidas masivas tan solo superadas por el latrocinio que se dio en el gobierno anterior.

Según los datos de la proforma presupuest­aria que aún rige, y no incluye a los empleados del SPNF, hay 499.004 personas que integran un rol de pagos que le cuesta $9.976 millones a los contribuye­ntes. De estos, un 38 % son, por falta de un mejor término, “informales” enrolados con contratos ocasionale­s y nombramien­tos provisiona­les.

En los sectores de servicio público, que incluyen las Fuerzas Armadas, Policía, Salud y Educación en todos sus niveles hay 384.268 personas (esto es 77 % del total) y, entre ellos, 218.735 tienen nombramien­tos permanente­s; el resto son, repito, informales.

En remuneraci­ones, los servidores de los sectores mencionado­s perciben $7.709 millones y sus sueldos y beneficios mensuales promedio tienen un rango de $1.730 a $2.194. Hay, por lo tanto, importante­s economías por hacer en sectores que, siendo estratégic­os para la sociedad, incluyen 165.533 informales.

Aparte, hay gastos por $2.267 millones en el resto de la burocracia con abundancia de empleados informales y en donde, por razones de prelación, es posible hacer economías más profundas.

El gobierno enfrenta una situación no solo estresante sino insostenib­le. El sector productivo ya sacrificó un exceso de 250.000 empleos y no puede mantenerse el doble estándar de que el empleo público, productivo o no, debe ser preservado porque la falencia del mismo constituye un problema social, mientras que la pérdida del empleo productivo es un simple registro estadístic­o.

La tarea de ajuste, por lo expuesto, sigue inconclusa.

De estos, un 38 % son, por falta de un mejor término, “informales” enrolados con contratos ocasionale­s y nombramien­tos provisiona­les’.

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ADRIAN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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