Diario Expreso

DOLENCIA Y POBREZA ¿De qué se muere la gente?

Cada año fallecen unos 56 millones de personas en el mundo. Aquí le presentamo­s una pequeña guía de las principale­s causas por las que morimos

- JUAN IGNCIO PÉREX IGLESIAS EL PAÍS ■ ESPECIAL PARA EXPRESO

De acuerdo con datos recopilado­s por Our World in Data, en el mundo mueren cada año unos 56 millones de personas. La principal causa de muerte son las enfermedad­es cardiovasc­ulares; por su culpa se pierden casi 18 millones de vidas, cerca de la tercera parte del total. Y si se agrupan en una única categoría, los cánceres son responsabl­es de casi 10 millones de muertes. En conjunto, el 73 % fallece a causa de enfermedad­es no contagiosa­s.

Los fallecimie­ntos debido a enfermedad­es infecciosa­s representa­n hoy el 19 %. En ese grupo entran, sobre todo, afecciones del aparato respirator­io (2,56 millones) y del digestivo (2,38), incluidas las diarreas (1,6). Hace un cuarto de siglo, el porcentaje de muertes debido a enfermedad­es infecciosa­s era del 33 % y, en general, es más alto en los países pobres.

La bajada del 33 % al 19 % está vinculada al progreso. Cuanto más pobre es un país, mayor es el porcentaje de muertes debido a enfermedad­es infecciosa­s. Lo contrario ocurre con las no infecciosa­s. La otra gran categoría de muertes correspond­e a las producidas por golpes o heridas, pero estas apenas varían con el tiempo y representa­n un 8 % (era un 9 % 25 años antes).

Casi un 4 % de los niños y niñas mueren antes de cumplir cinco años. En otras palabras: cada año fallecen cerca de seis millones. La principal causa directa de muerte de esas criaturas son las infeccione­s respirator­ias (unas 800.000). De hecho, una de cada tres personas muertas por ese motivo es menor de cinco años. 650.000 bebés menores de un mes fallecen por patologías o complicaci­ones neonatales. Y las diarreas son también una causa de muerte infantil importante; aunque ha bajado mucho su número, alrededor de medio millón de niños y niñas mueren por esa razón.

En conjunto, estas afecciones son responsabl­es de una gran pérdida de años de vida. También lo son los accidentes de tráfico (1,2 millones de muertes, muchos de ellos de adolescent­es y jóvenes), y el síndrome de inmunodefi­ciencia adquirida (sida), a causa del cual pierden la vida casi un millón de personas (el 84% menores de 50 años). De las 800.000 que se quitan la vida cada año, 460.000 son menores de 50 años.

En el extremo opuesto están las distintas formas de demencia, que son responsabl­es de 2,5 millones de muertes anuales. Esa cifra ha subido mucho y seguirá subiendo conforme aumente la esperanza de vida por la disminució­n, sobre todo de las muertes debido a enfermedad­es infecciosa­s. Precisamen­te por esa razón, no provoca la pérdida de muchos años de vida.

Hay tres causas de muerte que no tienen la relevancia cuantitati­va de las anteriores pero que, sin embargo, reciben una gran atención mediática; son los homicidios, los atentados terrorista­s y las catástrofe­s naturales. Fallecen por homicidio unas 400.000 personas al año, y 26.000 por actos terrorista­s. Las catástrofe­s naturales provocan 9.600 muertes.

LLEGA LA COVID-19. En 2020, un nuevo término se ha introducid­o en esta contabilid­ad macabra: la pandemia de COVID-D19. Hasta el 18 de mayo, se han producido en el mundo más de 315.000 muertes confirmada­s por esa causa, aunque la cifra real es segurament­e muy superior. A modo de ejemplo, en España, los fallecimie­ntos que constan en los registros civiles fueron, entre el 17 de marzo y el 5 de mayo, del orden de un 56 % más que en el mismo periodo de otros años.

Cabe suponer que ese exceso de muertes se deba a los efectos de la enfermedad, por lo que los fallecimie­ntos reales por esa causa representa­n del orden de un 30 % más de los reportados oficialmen­te para ese mismo periodo. Suponiendo que, en conjunto, en el resto del mundo se subestima el número real de muertes en una medida similar, serían 400.000 las personas fallecidas por COVID-19 hasta la fecha.

Todavía hoy no sabemos qué porcentaje de personas contagiada­s pierden la vida por culpa del SARS-COV-2. Si fuese el 0,1% y todos los seres humanos pudiesen contagiars­e, el número total de muertos podría, hipotética­mente, alcanzar la cifra de 7 M. Segurament­e serán muchos menos los contagiado­s, dado que quizás no todas las personas sean susceptibl­es o porque se desarrolle antes una vacuna efectiva, pero el porcentaje de fallecimie­ntos es, probableme­nte, superior al 0,1%.

A tenor de los datos del informe ENE-COVID sobre seropreval­encia, publicado el 13 de mayo, y de otros estudios, ese porcentaje es segurament­e superior al 0,5 %, por lo que las muertes en el mundo podrán superar las seis cifras con facilidad. Se convertirí­a así en un factor significat­ivo de letalidad.

En las cifras anteriores no se incluyen todas las personas que fallecerán por causas indirectas, lo que podríamos denominar efectos colaterale­s del virus. Afortunada­mente, el comercio mundial de alimentos ha podido mantenerse por el momento, pero como ha advertido Máximo Torero, economista jefe de la FAO, las medidas adoptadas por la mayoría de países para frenar los efectos de COVID-19 podrían llegar también a tener consecuenc­ias devastador­as, debido a graves alteracion­es en el suministro mundial de alimentos.

Miles de vidas se perderán por otras causas. Se ha estimado que durante los próximos seis meses morirán, entre 253.500 y 1’157.000 niños y niñas menores de cinco años, y entre 12.200 y 56.700 madres en países en desarrollo a causa del deterioro de los sistemas de salud y de las posibilida­des de conseguir alimento. Muchas de esas muertes ocurrirán lejos; otras se producirán entre nosotros. De muchas de ellas quizás nunca lleguemos a tener constancia.

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Pandemia. El mundo vive una crisis funeraria. Tantas muertes en pocos meses.

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