Los científicos no comen cuento
Fueron 15 los científicos y académicos que se reunieron con el alcalde Jorge Yunda y el Consejo Municipal de Quito: rectores universitarios, médicos, epidemiólogos, investigadores sanitarios… Ni uno solo cree oportuno pasar en la capital del rojo al amarillo en el semáforo de la cuarentena. Quito no cumple, dicen, ninguno de los parámetros que justifiquen un paso semejante. A saber:
El número promedio de contagios por persona infectada debería ser menor a 1 por más de dos semanas. Aquí era de 1,2 a principios de mayo y es 1.3 esta semana. Está en alza.
Debería registrarse un descenso de casos de 50 por ciento durante tres semanas. Quito, por el contrario, es la ciudad con más casos nuevos en el país: más de cien por día.
El porcentaje de muestras PCR positivas debería ser menor al 5 por ciento durante al menos dos semanas. Aquí es mayor al 30 por ciento.
El número de muertes debería experimentar una reducción sostenida por tres semanas. Aquí creció en el 111 por ciento del 13 al 22 de mayo.
Esos son algunos de los criterios principales. Hay más. Quito no cumple ninguno. Ni uno solo. Más aún: las unidades de cuidados intensivos están llenas. Ya no hay camas. Más del 5 por ciento de los contagiados son médicos y enfermeros. En conclusión: “cambiar de semáforo ahora sería un suicidio”. Lo dicen los científicos. “Necesitamos una más estricta restricción de movimiento y confinamiento obligatorio hasta la semana 12, es decir, hasta el 17 de junio”.
Mientras tanto, en las calles, una marcha contra las políticas económicas del Gobierno viola todas las medidas de distanciamiento social obligatorias durante el estado de emergencia. Era predecible: la avenida 10 de agosto se estrecha hasta su mínima expresión al convertirse en calle Guayaquil e ingresar al centro histórico. Este es el punto donde todas las manifestaciones se compactan. La Policía los dispersa. Los protestantes se lo toman como un episodio de la lucha de clases. No se dan cuenta de que es un tema de salud pública.