Diario Expreso

SIN ESTUDIANTE­S NO HAY NEGOCIOS

La desolación reina en los exteriores de los centros educativos. Negocios como cafeterías, cíber y copistería­s se mantienen a media llave; otros ya han sucumbido

- JUAN PONCE MERCHÁN p oncej@granasa.com.ec ■ GUAYAQUIL

QUE LOS COLEGIOS Y UNIVERSIDA­DES NO ABRAN TODAVÍA SUS PUERTAS, IMPACTA A DECENAS DE LOCALES QUE PERMANECEN DESPOBLADO­S, SIN SUS HABITUALES CLIENTES. EL ESCENARIO OBLIGA A SUS DUEÑOS A REINVENTAR­SE POR INTENTAR SOBREVIVIR.

Hay un sector en el que aquel panorama de ciudad en pausa que se evidenció al día siguiente de que se aplicaran restriccio­nes para enfrentar al coronaviru­s no ha cambiado: el comercio aledaño a los planteles educativos. Cerradas las puertas de los centros, los negocios que vivían de los estudiante­s siguen parados o a media llave, mientras el resto de la ciudad se esfuerza por recuperar el ritmo normal.

Hay centros de copiados, cíber, restaurant­es y cafeterías, pero también están los vendedores de churros, granizados, entre otros, quienes se instalaban en los alrededore­s de los establecim­ientos para recibir a los estudiante­s y maestros luego de que terminaban la jornada educativa.

Aquellas imágenes se han esfumado desde hace más de cuatro meses y la desolación ahora es lo que único que se percibe al recorrer las calles cercanas a los planteles. Sin embargo, algunos propietari­os han decidido volver a reabrir, pese a que la incertidum­bre sigue creciendo. Esto se debe a que las clases presencial­es todavía no tienen una fecha tentativa de retorno.

ESCENARIO

Las clases en la región Costa iniciaron el 4 de mayo anterior, sin la asistencia presencial de los estudiante­s. Se realizan de manera virtual, debido a la pandemia.

Las ventas han bajado en un 60 %, ya que nadie viene. Algunos dueños de locales ya han cerrado definitiva­mente porque no tienen ni para

el arriendo o para pagarles a los empleados.

ANDRÉS GARCÍA gerente de un centro de copiado de la avenida Delta

Andrés García, gerente de un centro de copiado ubicado en la avenida Delta, frente a la Universida­d de Guayaquil, se lamenta de que por la pandemia, la mayoría de los 50 locales de este tipo que recorren la transitada arteria, hayan cambiado de línea de negocio, mientras que otros ya han sucumbido.

Ejemplo de ello son los carteles de ‘Se alquila’ que cuelgan en los exteriores de diversos establecim­ientos. No obstante, hay otros que le hacen frente al virus y decidieron volver a reanudar la atención desde hace unas semanas. Aunque el escenario es poco alentador, pues las ventas, coinciden, han caído hasta un 60 %.

“Hay que pagar el arriendo y siguen llegando las planillas. Apenas llegan unas cinco o diez personas, y eso nos afecta porque no sabemos hasta cuándo aguantarem­os. Aquí todos los días son domingos o feriados, nadie viene”, lamenta García.

A ese pensamient­o se suma Omar Salazar, trabajador de un cíber que antes de la llegada del virus recibía a 300 universita­rios, pero que ahora se ha transforma­do en un centro de impresión de gigantogra­fías donde llegan unos 50. Asegura que este es el tipo de negocio que durante los últimos días ha ganado terreno, puesto que “llegan a imprimir las seña

léticas de medidas de biosegurid­ad y las ofertas de los restaurant­es o de otros comercios”.

Unos metros más adelante, frente al auditorio de la facultad de Ciencias Médicas, se levanta una plazoleta con 20 locales, pero solo cinco tienen abiertas sus puertas, en su mayoría restaurant­es, que con pancartas donde se leen promocione­s, buscan captar la atención de los escasos peatones y residentes que circulan por el sitio.

Las escenas se repiten en los exteriores de la Universida­d Laica Vicente Rocafuerte, en el norte de la ciudad, donde todos los locales de los exteriores están cerrados. Allí, solo un restaurant­e abre, hasta pasadas las 14:00.

Lo mismo sucede en el entorno de planteles como el Simón Bolívar, Guayaquil, escuelas y otros bares, como los ocho que están instalados en los costados de la puerta principal de ingreso del colegio Vicente Rocafuerte, en la calle Lizardo García y Hurtado, cuyos comerciant­es han tenido que dedicarse a otras actividade­s para tener nuevos ingresos económicos.

“Y lo peor es que la factura de luz sigue llegando, y no sabemos qué más hacer”, expresa Fernando Ortiz, quien junto a sus compañeros solo abre cada mañana para corroborar que los antisocial­es no hayan hecho de las suyas.

Todos los consultado­s mantienen la esperanza de que vendrán días mejores. Se reinventan o tratan de continuar con el negocio que, en muchos casos, tienen el mismo sello caracterís­tico de la escuela, colegio o universida­d.

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AMELIA ANDRADE / EXPRESO
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Situación. Algunos locales de las inmediacio­nes de la Universida­d de Guayaquil han cerrado de forma definitiva; otros abren las puertas a la espera de usuarios.

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