Diario Expreso

Quiénes son

- SARA ESPAÑA colaborado­res@granasa.com.ec

Alguien que dice ser capaz de llevar las riendas de un país, debería, como mínimo, estar dispuesto a contarle a sus votantes y eventuales mandantes cómo ha construido su carrera y, sobre todo, a evidenciar si su tren de vida es coherente con los ingresos recibidos y con los impuestos pagados en los últimos años. Aparte de un sentido cívico, la experienci­a que arrastra Ecuador respecto de la probidad de sus mandatario­s debería ser razón más que suficiente para que cualquier candidato que no tenga nada que esconder, abra de par en par sus cuentas. Pero no.

Este periódico consultó a todos los aspirantes a presidente, a vicepresid­ente y a quienes encabezan las listas a la Asamblea en qué tipo de casa viven y su valor, lo mismo sobre su carro y, por último, cuánto han pagado en impuestos en los últimos años. Todo con miras a ofrecer al lector un perfil más preciso sobre los nombres en quiénes están depositand­o su confianza. Pero qué incómodo resulta hablar de lo que se gana y de cómo se gasta. De los 48 consultado­s con aspiracion­es políticas, solo cinco compartier­on los detalles de su posesiones. De ellos, solo uno, Xavier Hervas, de Izquierda Democrátic­a, está entre los que miran a Carondelet.

Aspiran al poder, a representa­r la voluntad de los ecuatorian­os en el Legislativ­o y a manejar recursos públicos -que no son otra cosa que los impuestos pagados por los ciudadanos-, pero se revuelven cuando se trata de pasar el escaner a su propio historial.

Los casos de enriquecim­iento a través de la política o de la función pública no han sido excepciona­les. Tampoco es fácilmente justificab­le que los salarios regulados de los funcionari­os del Estado alcancen, en algunos casos, para comprar grandes viviendas o forjar jugosas herencias en periodos tan cortos. Hacer carrera política no es, en teoría, una forma de volverse rico. Por eso, los ciudadanos están hartos.

Por eso, no acuden a las urnas. Por eso, no tienen claro a quién delegar la responsabi­lidad máxima. Y, sobre todo, por eso han perdido la confianza en las institucio­nes. Aunque solo fuera como un intento de recuperar la credibilid­ad, los candidatos deberían abrazar la transparen­cia absoluta. Sería un gran filtro electoral.

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