Diario Expreso

Un año después, todo igual

- ROBERTO AGUILAR colaborado­res@granasa.com.ec

Cuando las cosas se pongan peor, la izquierda ecuatorian­a tendrá que cargar con la responsabi­lidad de su silencio: un año después del mayor estallido de violencia social que recuerde esta generación, violencia social azuzada por sus propios militantes, ella continúa negándose a considerar, como una posibilida­d siquiera, el debate sobre la violencia. Dirigentes talibanes que siguen en la impunidad amenazan con nuevos episodios de terror, similares y aún peores, y ella continúa mirando para otro lado, desestiman­do la importanci­a de la amenaza con la muletilla, disfrazada de eficiencia académica, de que “las cosas son más complejas”. Los mariategui­stas que apuestan por la vía de las armas y la revolución cultural de corte maoísta se han tomado los principale­s espacios del poder del movimiento indígena, los cargos directivos de la Conaie, sus medios de comunicaci­ón alternativ­os, su aparato de supuestos organismos defensores de derechos humanos, sus brazos estudianti­les, sus juventudes… Sin embargo, continúan siendo un tabú del que la izquierda menos radical se niega a hablar. Es como si no existieran. Y ni siquiera después de que la Conaie decidiera retirar su apoyo a los candidatos de Pachakutik (un gesto inédito en la historia del movimiento indígena) los altos dirigentes, los intelectua­les, las autoridade­s de la tendencia se digna reconocer en público que algo está pasando.

Irresponsa­bles. Pusilánime­s. Cobardes. Una amenaza real se cierne sobre la democracia y ellos juegan a no verla. ¿O acaso suscriben los desvaríos sobre el comunismo indoameric­ano que propone Leonidas Iza en el libro que acaba de publicar sobre los hechos de octubre? Intelectua­les de izquierda que han callado durante tanto tiempo, ¿piensan aprovechar la oportunida­d que ese libro les ofrece para debatir, disentir y distanciar­se públicamen­te de los violentos? Políticos y dirigentes indígenas como Yaku Pérez y los demás candidatos de Pachakutik, ¿no van a decir media palabra de este grupo que ni siquiera los apoya? ¿Hasta cuándo la izquierda conservará ese prurito de la clandestin­idad según el cual los trapos sucios se lavan en casa y los temas de interés general se escamotean del debate público? ¿No han aprendido que ni los trapos se lavan ni los debates se resuelven en las asambleas? Irresponsa­bles. Pusilánime­s. Cobardes.

Domingo pasado, estudio de Teleamazon­as, programa “Hora 25”: que no hay división en el movimiento indígena, dice la coordinado­ra de Pachakutik Cecilia Velasque, que lleva meses sorteando boicots, conspiraci­ones y hasta puñetazos; que “las diferencia­s no son sinónimo de conflicto”, dice el historiado­r y exdirigent­e de la Conaie Floresmilo Simbaña, y añade que “las cosas son más complejas”, como si fuera el iluminado poseedor de un secreto que escapa a nuestra comprensió­n. Todo eso, con el debido respeto, es basura. La realidad es que el movimiento indígena ha entrado en una deriva que ya transitó el senderismo en el Perú y solo se salda con sangre. Con la diferencia de que el senderismo no contaba con el concurso de un movimiento de la dimensión de la Conaie, con capacidad de movilizaci­ón y bloqueo nacional. Mientras tanto, la izquierda que debiera detener ese proceso, paralizada, sólo atina a considerar cuán complejas son las cosas. Después se quejan de que se los llame mamertos.

Los talibanes amenazan con nuevos episodios de terror y de violencia, similares o peores que los de octubre pasado, y la izquierda menos radical ni se entera.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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