Diario Expreso

200 años después

- LOURDES LUQUE colaborado­res@granasa.com.ec

Melvin Hoyos, director de Cultura y Promoción Cívica de Guayaquil, es el alma viviente que guarda nuestra real historia. Me honra con su amistad. Hace unos días lo escuché en una conferenci­a online que revela nuevos estudios recogidos y analizados desde fuentes limeñas y segovianas, que mejoran la romántica y épica hazaña de libertad.

Esa, la que se inicia en el famoso baile en la casa de Pedro Morlas el 1 de octubre de 1820, cuando los patriotas planificar­on la gesta. Esa misma noche, Escobedo anunció a los patriotas sobre la inconformi­dad de la tropa española.

Guayaquil, en ese 1820 era un puerto habitado por 15.000 habitantes. Su área era toda la costa del Ecuador, desde el sur de Esmeraldas. La ciudad estaba resguardad­a por 1.200 soldados, un alto porcentaje de ese regimiento estaba conformado por soldados peruanos y chilenos. Fernando VII, rey de España, ultracentr­alista, no solo había abandonado a su suerte a las colonias en América, sino que las asediaba con impuestos leoninos. La pobreza en sus colonias campeaba en forma inmiserico­rde.

Los soldados asentados en la ciudad estaban impagos 8 meses, y no se les habían reconocido sus grados militares. Los patriotas guayaquile­ños tuvieron la estrategia precisa de invertir 25 mil pesos para ponerlos al día y voltear una fuerza armada a la idea libertaria, y así, el 9 de octubre en la mañana, los soldados que plegaron a la revolución cobraron sus haberes.

¿Bolívar? Bien gracias, ocupado en la liberación de Colombia, le toma por sorpresa la audacia guayaquile­ña. Bolívar no aportó absolutame­nte nada a nuestra libertad. Pero fue peor, ya hablaremos de eso.

Los patriotas guayaquile­ños tuvieron la estrategia precisa de invertir 25 mil pesos para ponerlos al día y voltear una fuerza armada a la idea libertaria’.

La visión -la libertad-, la estrategia -sumar a la soldadesca inconforme-, y el valor -sin armas propias tumbar un régimen-. Resembremo­s estos tres valores en nuestros hijos, para que esa siembra sea el ejemplo que nos ayude a remodelar una nueva forma de hacer ciudad. Recuperemo­s nuestra historia, hoy las condicione­s en las que nos encontramo­s nos impulsan a que volvamos a esa visión, a esa estrategia y a ese valor. Emularlos y aplicarlos cuando las sombras nos vuelven a amenazar, es obligatori­o.

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