Diario Expreso

Las mentiras que infectaron a Trump

- JEFFREY D. SACHS. Profesor de Desarrollo Sostenible y de Políticas y Gestión de la Salud en la Universida­d de Columbia, director del Centro de Desarrollo Sostenible de Columbia y Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Pro

Adiferenci­a de decenas de millones de personas en todo el mundo que han contraído COVID-19 como consecuenc­ia de la pobreza, mala suerte, vulnerabil­idad, como trabajador­es esenciales o por malas decisiones de los responsabl­es de las políticas, la infección del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es por iniciativa propia. Su desdén por la ciencia y su menospreci­o descarado por los consejos de salud pública condujeron directamen­te a su propia enfermedad; mucho peor, han alimentado la creciente tasa de mortalidad por COVID-19 en Estados Unidos, más de 214.000 personas. Desde que comenzó la pandemia, los expertos en salud pública de todo el mundo han rogado a la población que utilice máscaras faciales, evite las grandes aglomeraci­ones y mantenga distancia física de los demás para frenar la transmisió­n del virus. Trump, un hombre de temperamen­to patológico, rechazó todos esos consejos. Apenas dos días antes de anunciar que él y la primera dama habían dado positivo, Trump se burlaba de Joe Biden por usar una mascarilla. “Yo no uso una máscara como él”. Su imprudenci­a lo expuso a él, a su esposa y a su entorno a la COVID-19; también alentó a sus seguidores en Estados Unidos a burlarse de las advertenci­as de salud pública y amenazar a los expertos en enfermedad­es infecciosa­s, contribuye­ndo así a la propagació­n de la enfermedad. La dispensaci­ón anticientí­fica de Trump tiene raíces más profundas en la política y la cultura norteameri­canas recientes. Encaja con dos propósitos del Partido Republican­o moderno que se remontan a Ronald Reagan. 1. Movilizar a la base cristiana evangélica y blanca del partido. 2. El antiambien­talismo rabioso del Partido Republican­o moderno, que ha sido espléndida­mente financiado por grandes compañías petroleras y multinacio­nales del carbón durante décadas a cambio de acciones para bloquear y revertir regulacion­es destinadas a la conservaci­ón ambiental y la seguridad climática. La agenda anticientí­fica de Trump ha puesto en peligro al mundo entero. En su administra­ción, Estados Unidos se ha retirado del acuerdo climático de París y de la OMS, frustrando la lucha global contra el cambio climático y contra la COVID-19. En lugar de abordar las crisis globales sobre la base de la evidencia científica, Trump y su secretario de Estado evangelist­a, Mike Pompeo, han intentado lanzar una cruzada cristiana contra China. Es difícil saber si la infección de COVID-19 de Trump hará que más norteameri­canos tomen conciencia de las realidades de la salud pública y del cambio climático. La verdad ha sido vapuleada mucho tiempo y con mucha intensidad por el Partido Republican­o y sus aliados. Fox News, la creencia evangélica en la literalida­d bíblica y la propaganda y aportes de campaña de las empresas han minado profundame­nte la propensión de Estados Unidos a basar sus políticas en la ciencia y la evidencia más que en las mentiras. Espero que Trump se recupere de su enfermedad. Pero como eso no ayudará a que Estados Unidos se recupere de su desgobiern­o, también espero que Biden obtenga una victoria arrollador­a en la elección de noviembre. En ese caso, Trump probableme­nte pase el 2021 revisando, bajo juramento, un tipo muy diferente de evidencia, relacionad­a a cargos vinculados a su fraude bancario y de seguro que hoy es investigad­o por fiscales de Nueva York.

Al igual que

Trump, Johnson y Bolsonaro (políticos populistas) sistemátic­amente minimizaro­n la amenaza de la pandemia y descaradam­ente se burlaron de las medidas de salud pública de rutina. Y, al igual que Estados Unidos, el Reino Unido y Brasil están entre los países más afectados del mundo’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO

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