Las mentiras que infectaron a Trump
Adiferencia de decenas de millones de personas en todo el mundo que han contraído COVID-19 como consecuencia de la pobreza, mala suerte, vulnerabilidad, como trabajadores esenciales o por malas decisiones de los responsables de las políticas, la infección del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es por iniciativa propia. Su desdén por la ciencia y su menosprecio descarado por los consejos de salud pública condujeron directamente a su propia enfermedad; mucho peor, han alimentado la creciente tasa de mortalidad por COVID-19 en Estados Unidos, más de 214.000 personas. Desde que comenzó la pandemia, los expertos en salud pública de todo el mundo han rogado a la población que utilice máscaras faciales, evite las grandes aglomeraciones y mantenga distancia física de los demás para frenar la transmisión del virus. Trump, un hombre de temperamento patológico, rechazó todos esos consejos. Apenas dos días antes de anunciar que él y la primera dama habían dado positivo, Trump se burlaba de Joe Biden por usar una mascarilla. “Yo no uso una máscara como él”. Su imprudencia lo expuso a él, a su esposa y a su entorno a la COVID-19; también alentó a sus seguidores en Estados Unidos a burlarse de las advertencias de salud pública y amenazar a los expertos en enfermedades infecciosas, contribuyendo así a la propagación de la enfermedad. La dispensación anticientífica de Trump tiene raíces más profundas en la política y la cultura norteamericanas recientes. Encaja con dos propósitos del Partido Republicano moderno que se remontan a Ronald Reagan. 1. Movilizar a la base cristiana evangélica y blanca del partido. 2. El antiambientalismo rabioso del Partido Republicano moderno, que ha sido espléndidamente financiado por grandes compañías petroleras y multinacionales del carbón durante décadas a cambio de acciones para bloquear y revertir regulaciones destinadas a la conservación ambiental y la seguridad climática. La agenda anticientífica de Trump ha puesto en peligro al mundo entero. En su administración, Estados Unidos se ha retirado del acuerdo climático de París y de la OMS, frustrando la lucha global contra el cambio climático y contra la COVID-19. En lugar de abordar las crisis globales sobre la base de la evidencia científica, Trump y su secretario de Estado evangelista, Mike Pompeo, han intentado lanzar una cruzada cristiana contra China. Es difícil saber si la infección de COVID-19 de Trump hará que más norteamericanos tomen conciencia de las realidades de la salud pública y del cambio climático. La verdad ha sido vapuleada mucho tiempo y con mucha intensidad por el Partido Republicano y sus aliados. Fox News, la creencia evangélica en la literalidad bíblica y la propaganda y aportes de campaña de las empresas han minado profundamente la propensión de Estados Unidos a basar sus políticas en la ciencia y la evidencia más que en las mentiras. Espero que Trump se recupere de su enfermedad. Pero como eso no ayudará a que Estados Unidos se recupere de su desgobierno, también espero que Biden obtenga una victoria arrolladora en la elección de noviembre. En ese caso, Trump probablemente pase el 2021 revisando, bajo juramento, un tipo muy diferente de evidencia, relacionada a cargos vinculados a su fraude bancario y de seguro que hoy es investigado por fiscales de Nueva York.
Al igual que
Trump, Johnson y Bolsonaro (políticos populistas) sistemáticamente minimizaron la amenaza de la pandemia y descaradamente se burlaron de las medidas de salud pública de rutina. Y, al igual que Estados Unidos, el Reino Unido y Brasil están entre los países más afectados del mundo’.