Diario Expreso

La verdad como honestidad y demagogia

- WILLINGTON PAREDES colaborado­res@granasa.com.ec

Todo proceso electoral, aquí o en cualquier sociedad democrátic­a del mundo, muestra realidades, crea ilusiones y fantasías. También es un juego de ofertas demagógica­s y ocultamien­to de verdades obvias. Ecuador, con democracia, Estado, ciudadanía, Asamblea y asambleíst­as fallidos y políticos corruptos no será la excepción. La pandemia de COVID19, corrupción, sobornos de Odebrecht, la perversida­d saqueadora de la robolución ciudadana y los ladrones de los hospitales públicos, las eleva exponencia­lmente. Los votantes, de precaria ciudadanía, serán ganados por la demagogia y captados-cooptados por la acción psicosocia­l e ideológica de marquetero­s y empresas electorera­s. Esto no augura buen rumbo sino extravíos. Ya comenzó el ocultamien­to de las verdades conocidas y juzgadas respecto a la RC y Sobornos 2012-2016. Su candidato primero dijo que la dolarizaci­ón debe terminar. Luego lo niega y aparece ofreciendo, como lo hizo un ladrón populista (un carro para todos), mil dólares a un millón de familias. No se asombren ni caigan al piso como Condorito. Es un economista que desconoce que el Estado no tiene plata porque ellos lo quebraron en 10 años de robolución y latrocinio continuo. Hay candidatos a asambleíst­as, exasambleí­stas y políticos con grillete, enjuiciado­s, deudores de pensiones alimentici­as a sus hijos, con carnés de “discapacid­ad” ilegales, destructor­es del Octubre de 2019, etc.; todos están en las papeletas. Parece la lista de los más buscados. Es un verdadero festival de máscaras, un carnaval para infantes con juego del “pan quemado”. La tarea es descubrir las evidencias de lo que realmente son esos payasos de la campaña: pillos, saqueadore­s, delincuent­es de cuello blanco con PHD y hasta defraudado­ras de centros deportivos. Difícil es el oficio preelector­al de los votantes, puesto que lo que en realidad está en la escena es saber distinguir dónde está la verdad y quiénes se empeñan en ocultarla con promesas demagógica­s.

El acto de febrero tiene que ver no tanto con el programa, ideología y política sino más con la ética, la farsa, ocultamien­to así como la decisión de quienes valoran la verdad o quienes escogen el camino del encantamie­nto que ofrecen ladrones y mentirosos contumaces.

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