Diario Expreso

La ciudad y los perros

- LARISSA MARANGONI colaborado­res@granasa.com.ec

La semana pasada tuve la gran oportunida­d de hacer varios tramos de senderismo en nuestra sierra ecuatorian­a. Mi hermano es un gran escalador y para él esa semana fue un paseo en familia que nunca olvidará. Para nosotros, un reto porque cada día eran 5 horas de caminata con ascensos y descensos abruptos. Paisajes únicos e inolvidabl­es. En el tramo viajando hacia la laguna de Quilotoa estábamos atrás de un camión mediano y veíamos cómo del lado del pasajero tiraban panes a la orilla de la carretera a los perritos que se encontraba­n en cada recta y curva. Primero no entendíamo­s qué pasaba, pero al pasarlo nos dimos cuenta de que los perros esperaban al camión. Un ser humano muy especial; la historia se repite, pero con perros, a los que por kilómetros lanza panes que nunca se acaban. Ellos educadamen­te lo esperan. Por supuesto vimos a uno atropellad­o, porque la alegría de recibir un pan los lleva a cometer errores. Un ser anónimo que no sube su accionar a las redes, su incondicio­nalidad hacia seres tan frágiles y leales. Un Jesucristo camionero que lo hace de corazón. Si le pasara algo, muchos no recibirían su desayuno al vuelo, pero el recuerdo queda.

La ciudad y los perros, del escritor Vargas Llosa, 1962, describe la violencia y corrupción de la sociedad peruana. El mensaje del libro es humano y describe la hipocresía de la sociedad y por ende de toda nuestra región. Las campañas políticas actuales rebozan de caridad y promesas intangible­s e imposibles, que representa­n una sociedad carcomida por megalómano­s, predadores disfrazado­s de ovejas. Como los perritos en la carretera, nuestro país es una metáfora; asumen que por un pan, votaremos. Los políticos al llegar al poder se olvidan de sus promesas, se rodean de carroñeros y por cuatro años o más, dependiend­o de cuánto reparten en nuestra épica justicia, se olvidarán de los pueblos que pasaron, de las personas con ilusiones que engañaron y de un país con un potencial indescript­ible que será succionado por el gobierno de turno. Sí, una metáfora; nuestro país es el pobre ser vivo atropellad­o. Al final seguiremos manejando en una carretera llena de sueños.

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