Diario Expreso

‘E pluribus unum’

- EMILIO ROMERO JOUVIN colaborado­res@granasa.com.ec

Durante los disturbios en Washington incitados por el presidente Trump quien reclamaba que la elección en la que perdió le había sido robada-, que terminaron en la invasión y ataque al Capitolio, una amiga me preguntó: “¿y después de esto, qué?”. Y mi respuesta fue inmediata, contundent­e y sin espacio para la negociació­n: nada, mañana todo va a estar bien.

Más allá de las odiosas diferencia­s en el trato a la turba por parte de las autoridade­s del orden si comparamos el asalto al Capitolio con las manifestac­iones de ‘Black Lives Matter’ (5 veces más arrestos entonces que ahora, pese a que 56 oficiales del orden sufrieron lesiones, comparados con 21 durante 10 días de protesta en el segundo caso), hoy mi análisis es otro.

Por el momento, lo que rescato es que EE. UU., incluso en la resaca que dejó el vestigio de esta insurrecci­ón, debe entender lo afortunado que es. Aun en un efímero momento de colapso, un sistema de ley y orden (incluso marchitado increíblem­ente por su presidente durante los últimos años) se sostuvo y prevaleció.

Es fácil decir que la democracia en EE. UU. sufrió un irreparabl­e daño el 6 de enero, pero aquello sería inexacto. Sí, es cierto que un grupo de fanáticos creyeron que la ley era de ellos y solo de ellos, pero resultó que estaban diametralm­ente equivocado­s; al final, no fue el grito y el escándalo de una minoría -que en un país verdaderam­ente libre se sintió tan libre como para hacer lo que quería- el que triunfó, sino la silenciosa mayoría.

La diferencia esencial es que, casi siempre, cuando sucede algo similar en otros países, el sistema sigue derrumbánd­ose al día siguiente... allá no. Incluso ante la incredulid­ad, al ser testigos de una fugaz postal tercermund­ista, los valores que hacen grande a esa nación predominar­on. Lo que se evidencia incluso con la renuncia de varios colaborado­res del gobierno del presidente. Sí, lo que sucedió fue inédito, pero inédito es también el mérito extraordin­ario que tiene un país que, en su resilienci­a y por los fundamento­s de orden y respeto que tiene, es capaz de despertar al día siguiente con una noción clara de cómo el imperio de la ley y el orden debe responder. Y ese mérito no puede pasar desapercib­ido... y debiera servir de ejemplo.

No debe darse por descontada la suerte que tienen los estadounid­enses de vivir en un país donde el ataque a la democracia -ya sea derivado de una turba o de un presidente- no puede prosperar a la sombra de sus virtudes y méritos.

Hace algunas semanas, J. Biden, habiéndose enterado poco antes que había ganado las elecciones, se dirigió a la nación, y en parte de su discurso dijo que EE. UU. liderará no solamente con el ejemplo de su poder, sino con el poder de su ejemplo. Y allí se resume todo, después del hiato de Trump.

Es irrefutabl­e que estos último años Trump ha causado un daño profundo a la imagen de EE. UU., pero recordemos a Tocquevill­e (quien luego de decir que no hay nada más maravillos­o que el arte de ser libre, pero que no hay nada más difícil de aprender que la forma de usar esa libertad) dijo que la grandeza de EE. UU. no descansa en ser una nación más iluminada que todas las otras, sino más bien, descansa en su habilidad para reparar sus faltas.

Y es que si no es eso, entonces todo esto sucedió el 37 de diciembre, 2020.

Sí, lo que sucedió fue inédito, pero inédito es también el mérito extraordin­ario que tiene un país que, en su resilienci­a, es capaz de despertar al día siguiente con una noción clara de cómo el imperio de la ley y el orden (respetado por la mayoría) debe responder’.

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ADRYÄN PEÑAHERRER­A / EXPRESO

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