Jacinta, no haga huelga por la venta del toro
En noviembre se cumplían quince años de casorio, y en aquel bendito día olvidé ese recordatorio.
Es por andar pensando sobre la venta del toro, res que estoy mercando a mi compadre Isidoro.
Siendo lunes laborable me desperté lagañoso, ante negocio probable tenía un andar afanoso.
Apenas lanzó er gallo potente canto sonoro, mi Jacinta preparando café pasado y bollo. Fue tremendo banquete abundante y generoso, gustoso le metí diente a aquel alimento sabroso.
De Jacinta me despedí, le dije “vuelvo pronto”, y apurado me dirigí en busca de Isidoro. Lo encontré reunido con su socio Bartolo, un hacendado venido del cantón Babahoyo.
Saludando a los dos me dieron acomodo, palabreando del arroz era el tema de Bartolo. Siembra y producción, cosecha y acopio, en la comercialización ganancia queda poco.
El alimento primordial, un negocio tumultuoso, en la mesa siempre está grano de arroz generoso. Pa’ animar la conversa ordenó don Isidoro, traer de la despensa aquel guardado tesoro.
Sacado en ocasiones pa’ agasajar al socio, hacer celebraciones cerrando buen negocio.
Preparado y añejado por José Jacinto Goyo y enseguida brindando ese aguardiente criollo. Adentré en la conversa igual a chúcaro brioso, si no me ponen rienda me comportaría fragoso.