Diario Expreso

EL PRIMER 31 que el fuego no amputa

El toque de queda y prohibir quemar monigotes deja algo positivo en Guayaquil, los niños no perdieron un dedo o mano por la pirotecnia, como en otros años

- LINA ZAMBRANO zambranol@granasa.com.ec ■ GUAYAQUIL

El 31 de diciembre hasta el 6 de enero, en el Roberto Gilbert tuvimos cero casos de quemados.

PEDRO RAMÓN CHÉVEZ Paramédico del Cuerpo de los Bomberos de

Guayaquil En 22 años de trabajo es una alegría que en diciembre de 2020 no vi sufrir ni llorar a un niño por quemaduras por pirotecnia.

El 31 de diciembre de 2020 fue diferente. En Guayaquil, por primera vez en años, los niños no perdieron un dedo o una mano por quemarse al manipular pirotecnia. Lo que ha sido catalogado por la ciudadanía como uno de los resultados positivos que dejó la prohibició­n del COE nacional en esos días, respecto a que no quemen los monigotes.

“Tuvimos una guardia sin niños quemados en el hospital Roberto Gilbert y eso lo agradecemo­s, no por el trabajo que implica en un día de fiesta; sino porque por lo general los pequeños pierden un miembro de su cuerpo y ello genera una afectación emocional”, relata a EXPRESO Ana Soria, coordinado­ra de la Unidad de Quemados del hospital de niños Roberto Gilbert.

Analizando las cifras de 10 años, es la primera vez que no hay quemados en el Gilbert por la fiesta de fin de año. El año con más casos fue en el 2012, cuando se atendieron a 38 niños afectados por los fuegos artificial­es.

Con tristeza, Soria recuerda que en diciembre de 2019 entre los quemados que atendieron hubo tres que fueron los más afectados: uno perdió tres dedos; a otro no se le pudo salvar un ojo; y un tercero tuvo una quemadura en el rostro. Pero, el último día de 2020 fue diferente: “no hubo pacientes y pensé que de pronto podía ocurrir afectados en la primera semana de enero; pero no pasó, y eso nos alegra. Ahora tenemos 11 meses para meditar en este logro, para que se repita al despedir el 2021, por el bienestar de los pequeños”, agrega.

El logro es celebrado por diferentes trabajador­es de la salud y las familias. Para el paramédico del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, Pedro Ramón Chévez, en sus 22 años de servicio en la entidad es la primera vez que en un diciembre no tuvo que auxiliar a un niño porque una camareta le explotó en la mano. “En años anteriores era común atender menores en estas circunstan­cias. Atendía de 15 a 20 emergencia­s, en diciembre pasado no hubo alertas”, cuenta Chévez.

En el hospital Abel Gilbert Pontón tampoco se registraro­n incidentes, según la Coordinaci­ón Zonal 8 del Ministerio de Salud. La entidad indica que el hospital del Niño Dr. Francisco de Icaza Bustamante registró 2 niños quemados por pirotecnia. Sin embargo, “fueron quemaduras leves, sin riesgos”, indica a este Diario el doctor Giovanni Narváez, director asistencia­l del hospital del Niño Dr. Francisco de Icaza Bustamante.

Salud acota que en enero de

2021 el Francisco Icaza ha atendido a tres niños más. Pero, en la entrevista con este Diario, Narváez refiere que han atendido más casos por quemadura con vapor o con agua caliente, que de pirotecnia; porque las familias tratan de hacer vaporizaci­ón por el coronaviru­s.

Tanto Soria como Narváez destacan que las medidas del toque de queda y de prohibir la quemada de monigotes benefició a los niños, pese a que no todos los ciudadanos fueron obedientes a la disposició­n. Pero resaltan que con tan solo reducir el número de personas que prendieron fuego al año viejo ya hubo logros que no se habían alcanzado, pese a las campañas que se hacen para que no se manipule la pirotecnia en casa.

Al sumar los casos de quemados, solo de diciembre de 2020 atendidos por la Junta de Beneficenc­ia y del Ministerio de Salud la reducción es de cerca de un 90 % en relación al 2019 y cero amputacion­es por quemaduras.

¿Estos resultados positivos dejarán una memoria social que ayude a que se repita el bienestar de tener una fiesta de fin de año sin la tristeza de que un niño pierda un dedo o una mano por jugar con pirotecnia?

Dos especialis­tas analizan el comportami­ento de la ciudadanía, pero antes uno de ellos relata el susto que pasó cuando su hijo, hace años, se quemó la mano un 31 de diciembre.

“Mi hijo en ese entonces tenía 10 años de edad. Por regla en casa no compramos fuegos artificial­es y en un descuido se va a jugar con un vecino que quemaba camaretas. Ese día todos nos fuimos al hospital, gracias a Dios no perdió la mano. En carne propia sé la angustia que se vive, por eso me parece un logro que se redujo

significat­ivamente el número de niños quemados”, cuenta el psicólogo Daniel Uyaguari.

“La reducción que hoy hemos visto nos debe ayudar a reflexiona­r y a dar un giro a la tradición. Es la oportunida­d para que las autoridade­s desanimen el rito de quemar monigotes, que solo provocan contaminac­ión y niños quemados”, manifiesta.

Dado que el hábito es el que mantiene a la tradición, los psicólogos Uyaguari y Carlos Tutivén no creen, aunque quisieran, que en el 2021 se repita este logro.

“Hay que reconocer que estamos en otro contexto en el ritual de quemar muñecos y usar todo tipo de fuegos artificial­es. Y es la nueva coyuntura la que ha hecho que algunos ciudadanos decidan postergar el ritual, sin que ello implique que en el 2021 no van a hacerlo”, agrega Tutivén.

Sin embargo, este paréntesis sirvió para que los niños no se quemen, ya depende de cada ciudadano si transforma este logro en una memoria social que impulse a no usar la pirotecnia en casa y dejar eso solo para expertos en áreas abiertas.

Tutivén señala que hizo un sondeo en diciembre de 2020 y las personas que no quemaron el año viejo lo extrañaron y lo tomaron como: “¡Ahora no lo hago, pero el próximo sí!”. Por eso concluye que no se ha renunciado al hábito que mantiene el rito.

Pero hay un nuevo factor que se introduce: los jóvenes que tienen otro paradigma social, que luchan en causas como cuidar la ecología y las especies.

Tutivén destaca que son ellos quienes pueden cambiar la práctica. La costumbre y la práctica en los rituales son más fuertes por el hábito, reitera.

Según los psicólogos, si fuera solo por la reflexión se hubiera logrado cero amputacion­es antes de que la circunstan­cia de la pandemia lo genere en diciembre de 2020. Es la pandemia que encerró a muchos. “La COVID-19 obligó a estar en casa. En 40 años, de ser uno de los líderes en el Guasmo, no escuché ambulancia­s ni tuve el susto de que el hijo de un vecino se había quemado”, dice Nicolás Jiménez, presidente de la Federación de Barrios de Guayaquil. Plantea que el problema no es dejar ver luces en el cielo; porque eso da ánimo, fortaleza y esperanza. Son los niños que no deben jugar con pirotecnia.

El sociólogo Andrés Martínez también indica que se debe regular el uso del fuego artificial, así como se hizo con los juegos con agua en carnaval en la urbe. Ahora la meta es poner los colores en el cielo de Guayaquil, sin que los niños se quemen.

EL RITO

En 1895 los habitantes de Guayaquil quemaron la ropa de los fallecidos de

la fiebre amarilla. Después de ello quedó como costumbre para ahuyentar la peste y dejar

atrás lo malo.

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ANA SORIA Coordinado­ra de la Unidad de Quemados, en hospital Roberto Gilbert
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