Diario Expreso

Causa y efecto

- MODESTO GERARDO APOLO colaborado­res@granasa.com.ec

La ley de causa y efecto es un principio universal que expresa que nada es casual, que todo responde a una causa; su resultado, efecto o consecuenc­ia dependerá del acto originario.

Aplicada a la familia, sería el ejemplo del padre que para festejar su cumpleaños se gasta los ahorros familiares y se endeuda con el chulquero “botando la casa por la ventana”. Segurament­e el barrio recordará la farra, el buen momento, pero sus consecuenc­ias afectan únicamente a la familia, la cual se verá imposibili­tada de pagar los servicios básicos, comida, o sufrirá el dolor de perder al padre en manos del sicario ante el incumplimi­ento de pago al chulquero.

Aplicada a los Estados y sociedades, el ejemplo es el que vivimos en la actualidad los ecuatorian­os, quienes tuvimos gobernante­s que se robaron lo que había y lo prestado; y como las deudas a ese nivel son estatales, no del gobernante, la cuenta la debe pagar el pueblo vía incremento de impuestos o incremento en los valores de los servicios básicos. Entre tanto, los políticos mafiosos disfrutan de lo robado al pueblo al que dicen defender.

Desde una perspectiv­a positiva podemos aplicar la ley de causa y efecto en provecho ciudadano. Si la ciudadanía trabaja y ahorra generará riqueza, sea vía emprendimi­ento personal o comunitari­o, como el caso del Salinerito. La generación de emprendimi­entos individual­es o colectivos crean empleo, riqueza y esta, la posibilida­d de adquirir bienes y servicios, produciénd­ose la real distribuci­ón de la riqueza.

Una sociedad próspera jamás se logra destruyend­o la inversión privada, generadora de riqueza, trabajo, progreso y bienestar; como tampoco se logra viviendo de bonos que nos convierten y mantienen como mendigos y luego como esclavos del gobierno populista.

La ley de causa y efecto no tiene bandera, ni ideología política; es pragmatism­o puro y duro, por tanto el 7 de febrero del 2021 definiremo­s en qué tipo de país queremos vivir: en el gobernado, directa o indirectam­ente por rateros, siguiendo sumergidos en la miseria; o en un país de trabajo y progreso, sepultando a los corruptos en las urnas.

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