Diario Expreso

Víctimas o verdugos

- EMILIO ROMERO JOUVIN colaborado­res@granasa.com.ec

Las libertades se toman muy en serio en EE. UU. El “discurso de odio” (‘hate speech’) que está prohibido y penado en la mayoría de las democracia­s liberales, allá está permitido, bajo la égida de la libertad de expresión -salvo el caso de que genere violencia inminente- y así lo ha reiterado la Corte Suprema. Las ideas contrarias que se enfrentan en un argumento, por odiosas que sean, suelen llegar a provocar un necesario debate que puede ser positivo. En todo caso, la ley debe encargarse de establecer los límites para aquella libertad (como para todas las demás).

La Ley de Decencia en las Comunicaci­ones (EE. UU. 1996) y su sección 230 establece básicament­e que ningún proveedor de servicio interactiv­o podrá ser tratado como el autor de cualquier informació­n publicada en su plataforma, que provenga de otra persona. Aquello implica, en buen romance, que Twitter, Facebook, Instagram y las demás resultan inmunes por el contenido que sus usuarios publiquen. Y añade la ley que las compañías privadas que provean estos servicios tienen derecho a remover el contenido que viole sus políticas o protocolos. En otras palabras, Twitter tenía derecho a cancelar la cuenta de Donald Trump al considerar que con ella podía incitar a la violencia.

No obstante, la sección 230 de la ley fue expedida cuando internet no era lo que es hoy, y muchos arguyen que es necesario que sea revisada porque, entre otras cosas, incentiva la desinforma­ción.

Pero esa ley fue suficiente para que se cancelaran las cuentas de Trump (o se prohibiera su acceso como usuario) en Twitter, Facebook, Instagram, Reddit, Shopify, Twitch, Youtube, Snapchat, Tik Tok, Pinterest y una que otra más. O sea, el ‘smartphone’ de Donald se convirtió básicament­e en un pisapapele­s con cámara, que puede hacer y recibir llamadas.

Los argumentos en contra de las acciones tomadas contra Trump han sido aplaudidos y criticados. El aplauso es dual: se respeta la ley y se siente alivio en el silencio. Las críticas van orientadas a la restricció­n de la libertad de expresión. Ambas posturas merecen análisis. En primer lugar, hubiese sido más apropiado eliminar publicacio­nes específica­s de Trump en lugar de establecer la prohibició­n general (suena a que los grandes proveedore­s de esos servicios están engriendo a Biden), pero debe aclararse que, siendo privados, tenían derecho a actuar como actuaron. Las críticas son un tanto más teleológic­as o etéreas, basadas más en principios y conceptos que, en este caso, chocan contra disposicio­nes legales expresas (obsoletas quizá, sí, pero expresas).

Lo que probableme­nte deba cuestionar­se es el poder colosal que, con la inmunidad garantizad­a por la ley, tienen esos proveedore­s. Hay quienes sugieren que sean regulados con el detalle y cuidado que se regula a las institucio­nes financiera­s; después de todo ¿quis custodiet ipsos custodes?

Lo cierto es que (incluso actuando de acuerdo a lo que la ley y sus políticas permiten) la actitud de compañías como Twitter y Facebook viene hoy a ser consecuenc­ia de haber entendido que el monstruo lo habían ayudado a crear ellos, y que lo dejaron crecer hasta que fue tarde y tuvieron que actuar radicalmen­te.

No sé si convenga que también cancelen a Trump en Spotify, no vaya ser que escuche ‘Eye of the Tiger’ y se entusiasme con sus irreverent­es ideas.

La actitud de compañías como Twitter y Facebook viene hoy a ser consecuenc­ia de haber entendido que el monstruo lo habían ayudado a crear ellos, y que lo dejaron crecer hasta que fue tarde y tuvieron que actuar radicalmen­te’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO
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