Diario Expreso

La debacle vacunatori­a europea

- HANS-WERNER SINN Profesor emérito de Economía en la U. de Múnich y expresiden­te del Instituto Ifo de Investigac­ión Económica. Integra el consejo asesor del Ministerio de Economía alemán. Project Syndicate

En la Unión Europea se ha desatado una tormenta por el suministro insuficien­te de vacunas contra la COVID-19 . Stéphane Bancel, director ejecutivo de la empresa farmacéuti­ca estadounid­ense Moderna (cuya vacuna obtuvo aprobación poco después de la de Pfizer/biontech), afirma que la UE confió demasiado en las «vacunas de los laboratori­os europeos». ¿Priorizó la Comisión Europea apoyar a la industria farmacéuti­ca local antes que la protección de vidas humanas? Contra lo que Bancel pretende hacer creer, la UE no compró suficiente de su propia vacuna. La que más se está aplicando en Occidente la desarrolló una empresa alemana, Biontech, o sea una vacuna europea (aunque las pruebas y parte de la producción se hicieron en sociedad con Pfizer en EE. UU. y con Fosun Pharma en China). No es que no se hayan comprado suficiente­s dosis de esa vacuna, sino que la UE se quedó de brazos cruzados mientras EE. UU. y otros países acumulaban dosis de una vacuna desarrolla­da y producida en un laboratori­o alemán. La UE no es culpable de proteccion­ismo, sino de rigidez institucio­nal. Su falta de coordinaci­ón de los intereses nacionales explica la lentitud de las campañas de vacunación en muchos países europeos. Mientras algunos considerar­on excesivo el precio de la vacuna basada en ARNM de Biontech, otros tuvieron dudas respecto del uso de una nueva tecnología genética y otros no se dieron cuenta de la urgencia de la situación, convencido­s de que lo peor de la pandemia había pasado. También es posible que cierta rivalidad entre fabricante­s de vacunas europeos haya inhibido a la UE de comprar por adelantado más dosis de la vacuna alemana. La UE sostiene que en un primer momento optó por diversific­ar los pedidos porque no había modo de saber cuáles serían las vacunas que funcionarí­an. Pero tampoco compró a ninguno de los fabricante­s una cantidad ni remotament­e suficiente para poder vacunar a la población ante la eventualid­ad (apreciable en aquel momento) de que solo se aprobara una de las candidatas. Correr el riesgo de comprar dosis suficiente­s para dos tercios de la población a cada uno de los seis fabricante­s con los que negoció implicaba un gasto de 29.000 millones de euros ($ 35.000 millones), el ingreso que viene perdiendo la economía europea en solo 10 días de crisis de COVID-19. Y ahora que en lugar de una hay dos vacunas que resultaron muy efectivas, la UE hubiera terminado con un excedente de dosis de alta calidad que podría donar a unos 300 millones de personas en países en desarrollo. La culpa por esta debacle vacunatori­a europea no es atribuible a persona en particular. Pero lo sucedido debería poner en claro que delegar la compra de vacunas a la Comisión Europea fue un error. El art. 5 del Tratado de la Unión Europea somete al bloque al principio de subsidiari­edad, por el cual las acciones de carácter político son competenci­a de los Estados miembros, excepto donde pueda demostrars­e que una acción supranacio­nal será más eficiente. Pero al momento de asegurar una provisión abundante de vacunas se cometió un olvido deliberado de este principio. No había ni necesidad legal ni justificac­ión económica convincent­e para la planificac­ión central en la compra de las vacunas. Ahora los europeos tendrán que vivir con las consecuenc­ias de una tragedia que podía evitarse.

La demora en los pedidos se traslada a las entregas: los fabricante­s están atendiendo por orden de llegada, y necesitan tiempo para construir nuevos sitios de producción’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO
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