Diario Expreso

Nuestra sociedad

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Apropósito de la conmemorac­ión de

la liberación del campo de concentrac­ión de Auschwitz, es necesario recordar el grado de crueldad que el hombre puede llegar a demostrar contra sus congéneres. Los nazis abrieron campos de extermino para eliminar a aquella población que considerab­an no era necesaria para su proyecto de mejoramien­to racial. Los llamaron “enemigos del Estado” y en su mayoría eran comunistas alemanes, socialista­s, socialdemó­cratas, gitanos, testigos de Jehová, homosexual­es, clérigos cristianos y personas acusadas de comportami­ento asocial o anormal. Cuando terminó este período oscuro, en Alemania se prohibió hablar sobre este episodio de su historia por algunos años. Más tarde solo resaltaron las cualidades de la nueva sociedad que empezó a construirs­e en la posguerra. Y el dolor y la vergüenza inicial por el exterminio de tantos judíos se quedó en una especie de amnesia colectiva. Hoy Alemania ve resurgir con preocupaci­ón un movimiento cada vez mayor de jóvenes con ideales nazis que exhiben con orgullo. Si en Ecuador no tomamos alguna medida para definir los parámetros que existen entre actos honestos y deshonesto­s, y eliminamos la posibilida­d de que en nuestros padrones electorale­s se postulen personas con dudosa reputación (no solo las que están asociadas con grupos que han delinquido, coimado, sobornado, etc. en su vida privada o pública), pasará una y otra vez la vergüenza que hoy vivimos de tener gente involucrad­a en actos corruptos que aspira a una representa­ción política para continuar engañando al pueblo, prometiend­o que la patria ya es de todos, sobre todo porque la pobreza, la ignorancia y el olvido es lo que buscan repartir para continuar liderando sin leyes ni castigos. Por eso la dolorosa noticia del brutal asesinato del presentado­r Efraín Ruales no debería sorprender­nos, porque estamos sembrando una sociedad así.

No podemos elegir a quien nos ofrece convertirn­os es pordiosero­s, a quien pide que recibamos algo que no hemos ganado, a quien nos regala mil dólares que no hemos trabajado. Si no nos esforzamos por ser mejores, por educarnos, por aprender, por pensar por nosotros mismos para saber nuestros deberes y obligacion­es, y después exigir nuestros derechos, entonces estaremos condenados a repetir la historia con gente deshonesta, que busca satisfacer sus propias necesidade­s. El poder que les da nuestro voto los convertirá en gobernante­s capaces de dañar nuestro futuro.

Martha Jurado Rodríguez

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