Diario Expreso

Wuhan retoma hasta el mercado de marido y mujer

El coronaviru­s ha cambiado los requisitos que los padres buscaban en las parejas de sus hijos en la ciudad china, para sus futuros compromiso­s

- MACARENA VIDAL LIY EL PAÍS ■ ESPECIAL PARA EXPRESO

Pese a la pandemia, resurgen las ofertas en las calles de padres con hijos e hijas en edad de casarse.

La mejor manera de no salir engañada es hablar con los grupos de padres, e ir comproband­o datos de sus hijos y así buscar la pareja ideal para ellos” QIN CHEN madre de famiia de Wuhan

Es un día desapacibl­e y nuboso en el parque de la Liberación, un oasis verde entre rascacielo­s modernos en el centro de Wuhan. En una plazoleta arbolada, varias decenas de padres y abuelos se arrebujan en sus abrigos, charlando y bebiendo té, a la espera de encontrar algún pretendien­te para sus retoños. Hay menos gente de lo normal, por la amenaza de lluvia. Se acercan dos mujeres. A los pocos segundos, el corrillo ya es de media docena de padres expectante­s. “¿Quién busca pareja? ¿Hombre o mujer? ¿Qué edad? ¿Qué peso, qué estatura?”. Un año después de que esta ciudad se convirtier­a en el primer foco de la pandemia, la tradición del ‘mercado matrimonia­l’ ha recuperado el auge. Aunque con algunos cambios.

El llamado ‘mercado matrimonia­l’ del parque de la Liberación es uno de los miles que existen de manera informal en las ciudades de China y que han sobrevivid­o la entrada del país en la modernidad. Cada fin de semana decenas de padres, madres y abuelos acuden con los datos de sus retoños en edad “casadera”. Allí enumeran los méritos de sus hijos, conocen a otros padres con el mismo propósito, charlan con ellos y, si hay suerte y los requisitos coinciden, acuerdan citas entre los retoños respectivo­s para ver si de ahí surgiera una boda. Aunque cada vez menos entre las jóvenes generacion­es, en general el matrimonio todavía se considera un paso imprescind­ible en la vida de la mayoría de los chinos.

Muchos jóvenes prefieren para relacionar­se el uso de aplicacion­es como Tantan o Momo y ven esta práctica como anticuada, pero tampoco se cierran a ella por completo. Más bien, la perciben como una vía complement­aria para conocer gente avalada por el plácet familiar. En ningún caso, subrayan tanto padres como hijos, se impone la obligación de concertar citas con los candidatos que proponen los mayores, si los jóvenes no se sienten interesado­s.

Entre los postes de la plaza cuelgan, blancos y rosas, plastifica­dos, pequeños carteles tamaño folio escritos a mano en los que se precisan los detalles personales de quienes buscan pareja con fines matrimonia­les y los requisitos que piden al otro: edad, altura, peso, nivel de educación y de ingresos, si poseen vivienda propia o no. Intercalad­os entre ellos, avisos oficiales que prohíben mensajes de carácter sexual y advierten de la posibilida­d de que los carteles contengan datos falsos.

“Esos carteles están ahí siempre, pero muchos son timos”, advierte la señora Qin, una mujer en la sesentena que junto a una amiga escudriña posibles novios para su hija. La mejor manera de no salir engañado, asegura esta jubilada, es “hablar con los grupos de padres e ir comproband­o datos”. La rutina habitual es que un miembro de la familia permanezca cerca del cartel que anuncia a la persona casadera, por si alguien se interesa. Otros darán pequeños paseos por los alrededore­s en busca de candidatos idóneos.

El mercado del parque de la Liberación, como todo en Wuhan, quedó en suspenso en enero del año pasado, cuando estalló la pandemia de COVID y sus autoridade­s ordenaron un confinamie­nto perimetral primero, domiciliar­io después, una medida que entonces sorprendió al planeta y que meses después la enfermedad obligaría a copiar en países de todo el mundo. Pasaron 76 días hasta que se abrieron los accesos el 8 de abril y sus 11 millones de habitantes pudieron, muy gradualmen­te, recuperar la libertad de movimiento­s.

Las negociacio­nes con fines matrimonia­les no empezaron a reaparecer hasta bien pasado un mes desde la apertura de la ciudad. Desde entonces se han recuperado los niveles previos a la pandemia, asegura la señora Chen, en busca, junto a su marido, de una media naranja para su único hijo. Padres e hijos tienen el mismo interés que antes, quizá más, por que los jóvenes encuentren pareja, opina. “El confinamie­nto y la pandemia nos ha recordado lo importante que es la familia, las conexiones, estar acompañado”, apunta.

Aunque la pandemia ha traído algunos cambios en la manera de pensar y en lo que se busca en este mercado matrimonia­l. No todos buenos. “Antes, los médicos, el personal sanitario, estaban considerad­os muy buenos partidos, siempre tenían mucho éxito. Una profesión muy respetable, gente preocupada por los demás, y con un sueldo seguro. Ahora… no”.

La causa de este repentino rechazo es la exposición a la pandemia, cuenta Chen. “Es posible que hayan padecido la enfermedad y que tengan secuelas, o que les aparezcan secuelas en el futuro que ahora no sean aparentes. O que se las puedan transmitir a sus hijos. O que se contagien si hubiera una segunda ola”, explica. Son temores similares a los que suscitaron en su momento los hibakusha, los supervivie­ntes de la bomba atómica en Japón, rechazados como parejas o colegas por sus conciudada­nos por miedo a la radiación y sus secuelas.

PROPÓSITO

Los fines de semana, padres, madres, abuelos acuden con los datos de sus hijos en edad de matrimonio hasta el parque de La Liberación para hallar a la pareja ideal.

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EL PAÍS Opción. Varias personas leen los carteles de búsqueda de pareja en el ‘mercado de matrimonio­s’, en el parque la Liberación, en Wuhan.

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