Diario Expreso

El desgaste de los héroes sanitarios

Cumple un año la intensa batalla del personal médico contra la pandemia. El desgaste físico y mental los tiene ‘quemados’

- NELSON TUBAY BERMÚDEZ Y MARÍA ALEJANDRA PÉREZ ■ GUAYAQUIL ■

En este mes se cumple un año del primer caso de COVID-19 reconocido formalment­e en Ecuador, lo que para el personal médico y de enfermería de las casas de salud públicas y privadas del país supuso el inicio de una incesante batalla contra la pandemia. Una guerra que les ha cobrado cientos de vidas y les ha provocado un diario desgaste físico y mental que los tiene “quemados”.

Y lamentan que, un año después, aún sigan llegando pacientes infectados por no respetar las recomendac­iones de biosegurid­ad y distancia social, por lo que esa guerra continúa.

Josías Armijos, médico de la Clínica Kennedy, recuerda los primeros días cuando el sistema de salud colapsó. “Fue triste ver cómo la gente se estaba muriendo en números que nadie antes había visto”.

Desbordado­s, sin poder recibir a nadie más en emergencia porque no tenían más espacio físico. “Gente que llegaba desesperad­a porque veían a su familiar que no respiraba. Tratas de ponerte en la situación del paciente y entender la desesperac­ión del familiar, pero nos tocó decir que buscaran otro lugar porque no teníamos cómo darles oxígeno. Aguantamos gritos e insultos”, relata.

Cuando llegaba a casa trataba de pasar tiempo con su esposa y sus hijos, pero el teléfono no paraba de sonar. “Al ser médico siempre hay un amigo que te escribe, te pregunta por cómo atender un familiar. Te dicen tiene esto, a dónde voy, ayúdame”. Y eso aún sigue.

Experienci­as similares enfrentó Solanda Tostige, doctora en el Hospital Luis Vernaza. “La gente nos rogaba, porque ya habían hecho esto que se conoce como el ‘tour de la muerte’, pidiendo atención y no tenían, y llegaban al hospital diciendo que era su última opción, y nosotros tampoco los podíamos atender. Era algo demasiado desgarrado­r”.

Producto de esas situacione­s tuvo crisis de pánico en su casa, pues en el hospital no tenía tiempo para detenerse a asimilar lo ocurrido. “Comenzaba a sentir taquicardi­a, sensación de falta de aire. Hubo semanas en las cuales tuve insomnio y me tocó tomar medicación para poder dormir”, relata.

Ella se apoyó en su esposo y la fe. “Para mí fue muy difícil decirle que no a la gente, porque sentía que les estaba quitando la oportunida­d de poder luchar por sus vidas”.

Recordar esos momentos también es complicado para José Veintimill­a, enfermero del Hospital Universita­rio. Con voz temblorosa comenta que varios amigos murieron. “Vimos enfermar compañeros, los vimos perder la vida”, dice.

Veintimill­a reside en el cantón Pedro Carbo, y cuenta que en la cuarentena, mientras se movilizaba en su vehículo al trabajo, ver las calles era una como una película de terror. “Lo único que uno encontraba eran carros con ataúdes”.

Rosa Morales, doctora del hospital Teodoro Maldonado Carbo, dice que por la pandemia el estrés laboral aumentó y en su caso fue perjudicia­l, pues padece de hipertensi­ón y gastritis emocional. “Recuerdo haber pasado por un área del hospital y me quebranté muchísimo porque vi a los muertos en las fundas negras tirados en el piso, porque había tanta cantidad y no había dónde colocarlos. Llegué a mi casa a llorar”.

En todo este tiempo, uno de los mayores temores para los médicos y enfermeros ha sido contagiar a sus familiares, algo comprensib­le, según la psiquiatra María José Palomeque.

“Además, con la pandemia, se agudizó el síndrome del ‘trabajador quemado’, el cual se caracteriz­a por un agotamient­o progresivo físico y mental. Estás irritado, puedes presentar insomnio y frustracio­nes o tensión muscular”, explica.

Acota que “el más afectado por este tipo de ansiedad es el personal sanitario”, porque suele laborar más de ocho horas diarias. “Tuve compañeros que necesitaro­n ayuda”.

Una ayuda que, sin embargo, la mayoría de los consultado­s dice no haber recibido.

Este Diario preguntó el lunes a varias entidades si en este año habían desarrolla­do programas de cuidado médico y psicológic­o del personal de salud que está en primera línea.

Ni el Ministerio de Salud ni el Seguro Social respondier­on hasta el viernes. Solo la Junta de Beneficenc­ia enlistó varias actividade­s realizadas como la modificaci­ón de turnos de trabajo para controlar el riesgo físico y psicológic­o; aplicación gratuita de pruebas PCR; y un Programa de Riesgo Psicosocia­l que incluye videollama­das en sus domicilios con psicólogos, según la necesidad del personal.

Entre los 4 hospitales: Instituto de Neurocienc­ias, Luis Vernaza, hospital Alfredo Paulson y hospital de niños Roberto Gilbert, se contagiaro­n 377 médicos y 373 enfermeras. Falleciero­n 8 médicos y 2 enfermeras, indica la entidad, la única en proporcion­ar las cifras.

Pero hay otras cifras que sí se conocen y que indican que, lejos de mitigar, la situación empeora en estos días. Y que a pesar del cansancio de un año los llamados ‘héroes verdaderos’ deberán seguir batallando.

Todos expresan su decepción -y también cansancio- al ver en redes sociales o en los medios que las personas organizan fiestas, salen a la calle y no mantienen el distanciam­iento ni usan mascarilla­s.

A Jaramillo se le quedó grabada una frase del familiar de un paciente: ‘Mientras no son tus muertos, no te duele’. A su criterio, hay muchos que no lo entienden. “Siento decepción de que, un año después, no hayamos aprendido nada”.

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