Diario Expreso

Democracia

- ROBERTO PASSAILAIG­UE colaborado­res@granasa.com.ec

La democracia es la organizaci­ón política del gobierno de un Estado, en que los habitantes eligen a sus gobernante­s, quienes son los que ejercen el poder político por medio de la Función Ejecutiva. En países democrátic­os, sus ciudadanos son escuchados y pueden expresar sus opiniones sobre temas de importanci­as para la ciudad, región o país, por ser parte de sus derechos. Pero no necesariam­ente significa que deba hacerse lo que se dice o expresan. Democracia no es sumisión de la autoridad ni imposición a la misma, debe prevalecer el derecho como norma de convivenci­a y el respeto.

A la democracia se la conoce como el poder del pueblo, pero siempre se caracteriz­a por la subordinac­ión de las minorías frente a las mayorías, no a la inversa. Las minorías tienen derechos, pero no gobiernan. Reconoce la libertad de las personas y la igualdad de sus derechos. La forma de manifestar­se es por medio del sufragio.

La jornada democrátic­a del domingo 7 de febrero debe ser considerad­a no solo como el ejercicio del derecho de participac­ión, sino como la manifestac­ión democrátic­a de un pueblo que quiere cambios, la mayoría influencia­dos por la doctrina ideológica diseminada por la América Latina desde hace 30 o 40 años.

Sea cual fuere el resultado del escrutinio de los sufragios, debe ser respetado por quienes han participad­o en la contienda electoral. Lamentable­mente, cuando un sector o candidato no obtiene la votación suficiente, como para suavizar su pérdida proclama de inmediato fraude, porque según sus cálculos él debía ganar. Se proclama dueño de la verdad, lo cual no es ético ni legal, porque tiene que aceptar el mandato de la mayoría.

Burdo y nefasto ejemplo lo pasado en Estados Unidos, cuando el expresiden­te que participab­a para su reelección no quería aceptar el mandato de la mayoría, ocasionand­o que encuernado­s se tomaran el Parlamento en un acto de barbarie y subversión que esperamos no se replique en nuestro país, donde algunos se han mal acostumbra­dos a delinquir, amparados en la democracia y el derecho de expresión o resistenci­a, sin límites.

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