Carrera contra reloj para juzgar a los cómplices del Holocausto
La justicia alemana se esfuerza por sentar en el banquillo, antes que mueran, a quienes trabajaron junto a los nazis ❚ Entre los acusados se encuentra una mujer
El tiempo ha sido el mejor aliado de los cómplices del Holocausto. Pasados 76 años del final de la Segunda Guerra Mundial, miles de participantes en las atrocidades o colaboradores necesarios de quienes las ejecutaban han fallecido sin tener que responder ante la justicia. Pero algunos de ellos aún están vivos, y las autoridades alemanas siguen intentando que se sienten en el banquillo y asuman su culpa.
No se trata solo de perseguir a quienes ordenaron las ejecuciones masivas, apretaron el gatillo o escoltaron a culetazos de fusil a quienes murieron en las cámaras de gas. Una oficina con sede en la ciudad alemana de Luisburgo lleva una década rastreando archivos y tomando declaración a testigos para poder enjuiciar a los cómplices: guardias sin rango, personal de administración, secretarias.
Personas que sabían, y aceptaron, que trabajaban en campos de concentración donde a diario morían personas, unas veces asesinadas a sangre fría y otras por enfermedades e inanición.
Es una carrera contra el reloj, reconocen todos los entrevistados para este reportaje. La semana pasada la Fiscalía de Neuruppin presentó formalmente su acusación contra un hombre de 100 años, antiguo guardia del campo de concentración de Sachsenhausen, 35 kilómetros al norte de Berlín. Le considera cómplice del asesinato de 3.518 personas entre 1942 y 1945, los años en que trabajó allí. También hace unos días otra Fiscalía, la de Itzehoe, presentó su escrito de acusación contra Irmgard F., una mujer de 95 años que fue secretaria del comandante del campo de concentración Stutthof. Su caso es insólito, por tratarse de una mujer -muy pocas han sido juzgadasy porque era menor.
Ambas investigaciones han contado con la ayuda de historiadores, confirma Cyrill Klement, fiscal jefe de Neuruppin, para determinar con exactitud en qué fecha trabajaron los acusados en los campos y a qué información tenían acceso. En el caso de Irmgard F. será un tribunal de menores el que decida si se abre juicio contra ella. Está acusada, explica Peter Müllerrakow, fiscal jefe de Itzehoe, de “ayudar a los responsables del campo en la matanza sistemática de prisioneros judíos, partisanos polacos y prisioneros de guerra rusos soviéticos en su función de taquígrafa y secretaria del comandante entre junio de 1943 y abril de 1945”.
La oficina de Luisburgo tiene una docena de investigaciones abiertas que enviará a las Fiscalías del lugar de residencia de los acusados cuando estén concluidas. “Los guardias de las SS se aseguraban de que los prisioneros no escaparan. Por tanto, si tenían conocimiento de que se producían asesinatos en masa organizados, cometieron un delito de complicidad”, explica Nestler sobre el caso del hombre de 100 años.
Nestler ve complicado que la mujer llegue a ser condenada a una pena de prisión. El abogado Christoph Rückel, que participó el año pasado en el juicio de un hombre de 93 años, Bruno Dey, no lo descarta. Asegura que estos esfuerzos, aunque tardíos, son importantes para los supervivientes y sus familias. “Agradecen enormemente que se siga investigando lo sucedido durante el periodo nazi”. También la sociedad en su conjunto: “Demuestran que Alemania no se rinde a la hora de aclarar su pasado”.
CÓMPLICES
La Oficina Central para el Esclarecimiento de los Crímenes del Nacionalsocialismo de Luisburgo ha investigado más de 7.000 casos desde su creación, en 1958. Pero no había puesto el foco en los cómplices. “Un error”, asegura el abogado Cornelius Nestler, que ha re- presentado a víctimas en va- rios procesos.
CONDENADOS
Hasta 2011 no se había condenado a nadie por complicidad. Pero entonces llegó a juicio el caso de John Demjanjuk, de 91 años, antiguo guardia en el campo de Sobibor, en la Polonia ocupada. Era un vigilante voluntario, sin rango. Fue condenado a cinco años de cárcel como cómplice de 28.000 asesinatos.