Diario Expreso

Ecuador y su democracia con vicios

- MEDARDO MORA SOLÓRZANO colaborado­res@granasa.com.ec

La democracia se fundamenta en la voluntad mayoritari­a de ciudadanos de un país, que ejerciendo derechos políticos eligen quién los gobierne. Ortega y Gasset sostenía que filosófica­mente es un régimen en que los gobernados aceptan someterse a decisiones de sus gobernante­s.

Una real democracia exige respeto a la normativid­ad jurídica, institucio­nes que obren con transparen­cia, favorecer el bienestar de todos sin odios, rencores ni discrimen alguno; aquello la diferencia de un gobierno totalitari­o, donde quienes gobiernan imponen creencias, usan la fuerza, restringen libertades, convirtién­dose en beneficiar­ios de canonjías burocrátic­as y actos lícitos o ilícitos que convengan al grupo detenta el poder.

El Ecuador ha vivido una turbulenta historia con gobiernos elegidos popularmen­te y dictaduras civiles o militares. La última asonada militar se produjo el 21 de enero del 2000, con la toma del palacio legislativ­o por parte del Cnel. Lucio Gutiérrez, sin que se haya sancionado a los autores de ese acto de fuerza, a lo que se agrega elecciones como la del año 2002, que por una absurda disposició­n legal, todavía vigente, la elección se definió en segunda vuelta entre los 2 candidatos con más votos válidos, que sumados no llegaban al 30 %, obligando al 70 % a votar forzadamen­te por uno de los 2. Lo democrátic­o es definir entre los candidatos que obtengan mayoría de votos que represente­n más del 50 % de votantes (sin excluir nulos y blancos de electores que escogen esa legítima opción)

Esa distorsión legal ajena a una sana democracia debe corregirse. Actualment­e se debiera escoger en segunda vuelta entre los candidatos más votados: Arauz, Lasso, Pérez, que sumados sí representa­n más del 50 % de votos (contando nulos y blancos).

Con las vigentes disposicio­nes legales se termina por escoger el mal menor y eso no es democrátic­o. Es imperativo eliminar movimiento­s políticos de membrete que financian sus campañas con recursos fiscales, así como debe sancionars­e el utilizar dineros públicos para clientelis­mos electorale­s, haciendo aparecer gestiones en una función pública como dádiva a la población.

Lo democrátic­o es definir entre los candidatos que obtengan mayoría de votos que represente­n más del 50 % de votantes (sin excluir nulos y blancos de electores que escogen esa legítima opción)’.

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