Diario Expreso

¿Mediación obligatori­a?

- EDUARDO CARMIGNIAN­I colaborado­res@granasa.com.ec

El asambleíst­a Esteban Albornoz (del Azuay, no sé si aún en Alianza PAIS), está ocurridísi­mo a punto de concluir su mandato. El pasado 7 de abril presentó un proyecto de ley con el que intenta trastocar los cimientos de la mediación. Esta es una herramient­a para que las partes en conflicto intenten llegar a acuerdos con la guía de un tercero imparcial (el mediador). Por definición, entonces, a la mediación se acude voluntaria­mente. Imponerla es tan inútil como un diálogo de sordos.

Pero el señor Albornoz no lo ve así. Cree que “requisito de procedibil­idad” de una demanda judicial tiene que ser que previament­e se haya acudido a mediación: “De manera previa a iniciar un proceso judicial en materias no penales, en las que por su naturaleza se pueda transigir, las partes deberán someterse a un procedimie­nto de mediación ante un centro de mediación público o privado debidament­e autorizado, a fin de buscar una solución al conflicto que las afecta” (art. 2 del proyecto).

Y como si a la tal mediación obligatori­a se le pudiese cambiar su naturaleza con piruetas de lenguaje, el mismo art. 2 intenta curarse en sano diciendo que “Este requisito no atenta contra el principio de voluntarie­dad de las partes ya que son ellas quienes de manera voluntaria llegarán a acuerdos en el espacio de la mediación”, obviando que el principio de voluntarie­dad consiste también en decidir “acudir” a la mediación.

Lo peor viene después. La novísima tesis Albornoz pretende que la inasistenc­ia -de quien no ha aceptado ir a mediara la audiencia a la que se lo convoque “...podrá ser considerad­a como indicio grave en contra de sus pretension­es o de sus excepcione­s de mérito en el proceso judicial que verse sobre los mismos hechos” (art. 10 del proyecto), gravísima sanción procesal solo aplicable a quien litiga con temeridad.

Ni las legislacio­nes más agresivas del mundo en cuanto a la promoción de la mediación han llegado a estos extremos. Los centros de mediación serios -hay muchos- debieran oponerse a semejante adefesio. No necesitan que por ley se les asegure un mercado.

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