Diario Expreso

11 de abril

- IRENE VÉLEZ FROMENT colaborado­res@granasa.com.ec

No fue solo un día histórico. Fue un día de orgullo. Al finalizar la noche algunos aún miraban con escepticis­mo lo vivido: ¿realmente esto es todo? ¿Dónde están las marchas gritando fraude? ¿Y los apagones? Este 11 de abril estuvo marcado por varios momentos. En el puesto número tres está el CNE: la sonrisa de Diana Atamaint. No puedo cuantifica­r su alivio. Llama la atención su grito de victoria: “En el CNE ¡ya no hay apagones!”. ¿Qué quiso (realmente) decir con esto? Entre líneas, que finalmente la institució­n es independie­nte y que los resultados no se modifican según la convenienc­ia del poder. En otras palabras: aceptó que en 2017 las acusacione­s de fraude tenían validez. En segundo lugar: Andrés Arauz. Ni en EE. UU. el perdedor llamó a felicitar a su contrincan­te. En nuestra historia este comportami­ento fue inédito. ¿Qué esconden? ¿Cuál es su verdadero propósito? Una de las teorías que se han barajado es que desde este “buen gesto” se buscaba forzar un indulto para Correa bajo excusa de materializ­ar el Ecuador del reencuentr­o. No me apego a ello: Guillermo Lasso tendría todo que perder, nada que ganar. Si yo lo sé, ellos también. Mi lectura sobre el discurso de Arauz es: no quería llamar a la resistenci­a por un “fraude” que no tenían cómo probar, ni pasar por ese desgaste, que incluía -como el caso de Yaku evidenció- perder su futuro capital político. Cuando acepta la derrota, anula el discurso incendiari­o de Correa. Lo obliga a agachar la cabeza. ¿Eso significa que no va a planear algo más? No. Pero lo más probable es que no avance de la intención. Y el momento tope: Lasso en su discurso de victoria. Aunque ya tuvo críticas por parte de grupos feministas: en un Estado laico un presidente no debería nombrar tanto a Dios, su postura “paternal” sobre mujeres, que nadie pidió. Esto demuestra que le queda un largo camino para gobernar y encontrar el punto de balance entre aprender de las demandas del otro y no convertirs­e en un presidente sastre, hecho a la medida de quienes buscan un presidente a su imagen y semejanza. Ahora sí veremos qué tan buen político es. La buena noticia es... que tendremos la oportunida­d del verlo.

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