EMBRIONES creados con mezcla de mono y humano
Tres de las quimeras, de apenas 10.000 células, llegaron a desarrollarse 19 días fuera del útero. La investigación la hicieron científicos españoles en China
El equipo del científico español, Juan Carlos Izpisua, ha creado 132 embriones con una mezcla de células de mono y humano en un laboratorio de China, en unos controvertidos experimentos revelados en el verano de 2019 y comunicados con detalle oficialmente el 15 de abril. Tres de estos embriones -simples pelotitas de hasta 10.000 células- llegaron a crecer durante 19 días fuera del útero, momento en el que los investigadores interrumpieron el estudio, financiado parcialmente por la Universidad Católica San Antonio de Murcia. La comunidad científica se refiere a estas estructuras como quimeras, en referencia a los monstruos con cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón de la mitología griega.
La revista especializada Cell, que publica los resultados, ha ilustrado el anuncio con una alegoría de La creación de Adán, el fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, en el que la mano del Dios bíblico da vida al primer hombre de la tradición cristiana. En el nuevo dibujo, una mano de mono y otra humana parecen insuflar energía a un embrión mixto.
Izpisua, nacido en Hellín (Albacete) hace 61 años, recalca sin embargo que su verdadero objetivo es la creación de quimeras de cerdo y persona, con la meta final de generar órganos humanos en el ganado porcino. La Organización Mundial de la Salud calcula que se hacen unos 130.000 trasplantes al año en el planeta, menos del 10 % de los necesarios. El investigador argumenta que “cada año mueren decenas de miles de pacientes en la lista de espera para un órgano”. Esos nuevos órganos paliarían el problema.
El grupo de Izpisua -del Instituto Salk, en La Jolla (Estados Unidos)- ya anunció en 2017 la creación de rudimentarias quimeras de cerdo y humano, en las que apenas había una célula humana por cada 100.000 porcinas. Para entender este fracaso, atribuido a los 90 millones de años de evolución que separan a estos animales y a las personas, el investigador español decidió intentarlo con dos especies mucho más próximas: los monos y los humanos.
Los investigadores han utilizado óvulos de una decena de hembras de macaco cangrejero (un tipo de mono), los han fecundado con espermatozoides de la misma especie y, tras seis días de cultivo en el laboratorio, han obtenido 132 diminutos embriones, con 110 células animales cada uno. El equipo ha añadido a esas estructuras 25 células humanas, previamente reprogramadas con un coctel químico para ser capaces de convertirse en cualquier tipo celular: piel, músculo, hígado, corazón. El resultado, 19 días después de la fecundación, es una bolita mixta de 10.000 células, con un porcentaje humano del 7 % como máximo. Los experimentos se han llevado a cabo en el Laboratorio de Investigación Biomédica con Primates de Yunnan, una instalación con miles de monos en la ciudad china de Kunming.
Y no están a salvo de las críticas. La bióloga británica Christine Mummery, presidenta de la Sociedad Internacional para la Investigación con Células Madre, alerta de que las quimeras de humanos y animales “están traspasando los límites éticos y científicos establecidos”. Su organización emitirá en mayo nuevas directrices para intentar garantizar la integridad de este tipo de investigaciones. Mummery, ya desde un punto de vista personal, duda de los argumentos ofrecidos por Izpisua para defender sus ensayos: “El resultado de los experimentos es interesante, pero justificar su realización en el contexto de la medicina regenerativa para generar órganos humanos en animales para trasplantes, me parece un objetivo muy lejano”, apunta la bióloga, de la Universidad de Leiden (Países Bajos). A su juicio, había alternativas “éticamente más aceptables” que el uso de embriones de mono, como la utilización de animales evolutivamente más alejados de los humanos.
El jurista Federico de Montalvo, presidente del Comité de Bioética de España, se pregunta por qué los experimentos se han llevado a cabo en China: “¿Es porque científicamente están más avanzados o es porque éticamente están más relajados?”.
A De Montalvo le preocupa el posible uso dual de estos avances científicos. “El objetivo actual es digno de aplauso, pero quizá habría que plantearse también si se puede utilizar para otros fines, como crear una especie de sujeto intermedio.
El riesgo es abrir un camino que puedan recorrer otras personas”, reflexiona este experto, al frente del máximo órgano consultivo del Gobierno español en el campo de la ética científica.