Diario Expreso

Comercio, ciudad y capitalism­o

- WILLINGTON PAREDES colaborado­res@granasa.com.ec

En el lenguaje coloquial que usa el habla popular se dice que Guayaquil es comercio frenético y expansivo. Hay una frase que se usa y circula en los ambientes mercantile­s: “en esta ciudad todo se compra y se vende. Aquí el que no sabe mercadear se muere de hambre, sed y desolación”. Estas y otras expresione­s señalan el significad­o íntimo y profundo que el lenguaje de la ciudadanía fue asumiendo respecto a lo que socialment­e es Guayaquil.

Julio nos adentra en la historia. Nos obliga a revisar los significad­os que de ella han dado cronistas, líderes, intelectua­les y gente común. El mes tiene un encantamie­nto: nos interpela para repensar y a comprender qué se ha tejido en la urdimbre social urbana. Esta es la tarea de los guayaquile­ños en julio. Mientras que octubre nos lleva a redescubri­r el sentido histórico y el valor político de la libertad.

El Guayaquil colonial fue comercial. Los españoles no buscaban la dimensión portuaria que le daría más tarde el golfo ni en los recursos agronatura­les que tenía la cuenca del Guayas. Necesitaba­n un espacio como centro de operación que les dé salida al mar y los proteja. La erigieron como ciudad, pero en un solo proceso fundaciona­l crearon sus dos identidade­s: la urbe y el puerto. Así quedaron conectados a estos dos perfiles, con su ubicación, la riqueza de recursos naturales y agrícolas de estas tierras. Nació, tempraname­nte, como la ciudad-puerto agromercan­til y de comercio exportador e importador. Las crónicas coloniales dicen que a 60 años de creada ya exportaba cacao y tabaco y traía mercancías de varios lugares. Por eso el comercio fue la otra cara de la misma moneda. A partir de ahí creció, se desarrolló y ha tenido distintos rostros su capitalism­o y comercio agromercan­til. En este mes hay que recordar, valorar y señalar la histórica e indiscutib­le importanci­a que tuvo y tiene el desarrollo capitalist­a de Guayaquil. Desde ayer y hoy es el corazón-pulmón del capitalism­o. Incluso, del callejero y bullanguer­o que como enjambre se teje socioeconó­micamente en La Bahía y en los malls de la clase media. Eso es la urbe portuaria recreada en su historia interminab­le que unimos al valor que le damos a la libertad para pensar, sentir, hacer y vivir en Guayaquil.

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