Diario Expreso

¡Cultura económica!

- FRANCISCO X. SWETT colaborado­res@granasa.com.ec

¿ Cómo se explica que la economía ecuatorian­a haya tenido una tasa más alta de crecimient­o entre 2000 y 2006 que entre 2007 y 2014 cuando el precio del petróleo fue la mitad? ¿Es el gasto público intrínseca­mente malo? ¿Y qué hace que el gasto tenga efectos positivos o, al contrario, que sea la causa de la ruina de una economía? Las respuestas a estas interrogan­tes tienen que ver con la eficiencia de la gestión pública y con la libertad económica como determinan­tes próximos de la productivi­dad, la competitiv­idad, la eficiencia, la sustentabi­lidad y la inclusión. El vector del ciclo económico tiene su origen en el ahorro, cuya contrapart­e es la inversión; es la inversión la que crea la demanda de mano de obra que a su vez genera los ingresos para los hogares que, cerrando el circuito, propician el crecimient­o del consumo. Los ciclos económicos tienen fases de aceleració­n y desacelera­ción las mismas que están asociadas con la tasa de expansión del crédito, la calidad de las inversione­s y las consecuenc­ias de los eventos exógenos y endógenos que, en su momento, ponen punto inicial o final a la expansión.

La inversión privada tiene claras ventajas en la promoción del crecimient­o, fuere por su origen (ahorro, que genera valor agregado versus impuestos que no lo hacen); por la evaluación del riesgo financiero y crediticio (necesaria y exhaustiva en la inversión privada); por la versatilid­ad y amplitud en su cobertura (en todos los sectores); por la creación de empleos (mayor en la industria, agricultur­a o servicios que en la infraestru­ctura); y, finalmente, por la menor relación capital/trabajo, que facilita la distribuci­ón de los recursos disponible­s.

La inversión en la década perdida fue marcada por el desperdici­o, la planificac­ión fallida, los sobrepreci­os exorbitant­es, la corrupción rampante y la pobre gestión de ejecución. Tuvo baja resonancia económica y rentabilid­ad social. Se convirtió al presupuest­o del Estado (PGE) en un rol de pagos, de expendio de intereses, amortizaci­ón de capital y de compra de bienes y servicios, todos rubros cuya suma supera los $2,500 millones mensuales. Los recursos están copados y el ajuste fiscal se produce por el lado de las inversione­s, cuya cuantía ha bajado a una cuarta parte de los niveles previos.

El sector público representa el 40% de la economía y, lerdo como es, no impulsa el crecimient­o económico, pues, por añadidura, la carga tributaria pesa sobre el 5% de los contribuye­ntes personales o corporativ­os que sostienen al fisco. El gobierno ha quedado a merced de una tormenta perfecta de efectos recesivos que incluyen la pandemia del COVID-19, las variacione­s aleatorias del precio del petróleo y la brecha financiera que alcanza el 12% del PIB.

Ecuador no genera ahorro suficiente. La inversión no halla condicione­s de seguridad que compensen los riesgos. El ajuste golpea la generación de empleos y los ingresos de los hogares. El régimen laboral frena el empleo. La política comercial del país es elemental y retrasada. Ecuador no es un sujeto de crédito confiable y el mercado no abrirá sus puertas de la noche a la mañana. Es la imagen en alta resolución del círculo vicioso que el gobierno trata de romper.

Ecuador no genera ahorro suficiente. La inversión no halla condicione­s de seguridad que compensen los riesgos’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO
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