Diario Expreso

Las ventas se levantan con el despertar de las fiestas julianas

A diferencia del año pasado, las ventas de trajes típicos finalmente se incrementa­n. La escena, sin embargo, no es alentadora en todos los negocios

- DIANA SOTOMAYOR / LINA ZAMBRANO ■ GUAYAQUIL

Contraste. Aunque la imagen nada tiene que ver con la de los meses de julio de hasta hace dos años y, hoy, tampoco es la misma en cada rincón de la ciudad; al menos en la mayoría de los negocios se ven a las familias comprando los tradiciona­les atuendos y accesorios para celebrar las fiestas julianas.

El año pasado, cuando apenas había ocurrido la primera ola de contagios generados por el coronaviru­s, en el mercado de las Cuatro Manzanas y en los locales ubicados en los alrededore­s del mercado Central solo había silencio. No había comerciant­es ofreciendo los largos vestidos de colores celeste y blanco, y guayaberas, ni tampoco había líderes barriales y padres comprando banderas y banderines que puedan llevar sus hijos al colegio en alusión a la fecha. Esta vez es diferente, pues aunque en las Cuatro Manzanas las ventas siguen bajas, en la veintena de negocios ubicados entre las calles Seis de Marzo, Lorenzo de Garaicoa, Clemente Ballén, 10 de Agosto y Sucre; y en la Alborada, el espíritu festivo finalmente se ha despertado.

EXPRESO recorrió esta semana el Puerto Principal para constatar si la suspensión de festejos oficiales públicos por la pandemia los afectó tanto como el año pasado que los comerciant­es vivieron un atípico año en ventas; o si el regreso a clases presencial­es en algunos colegios ha sido un aliciente a su situación.

En el 2020 la venta fue cero. Este año es de $ 100 por día. En el 2019 era de $ 400. Pero hay que ser optimista, es mejor vender $ 100 que cero.

VICENTE TIGUA comerciant­e alrededor del mercado Central

Martín Suasnavas, quien vende trajes en la calle Clemente Ballén, sin dudarlo dice: es el segundo escenario. “El año pasado no vendí ni un solo traje, esta semana he vendido siete vestidos y 15 paraguas. ¿Si me alegra? Claro, estoy feliz. El 2020 fue un año durísimo. Perdí familia, amigos y casi mi negocio. Me estoy levantando. Con el solo hecho de tener más ventas que el año anterior, me pongo contento porque sé que pronto o quizás para octubre, que se vienen las otras fiestas, volveré a registrar las mismas ganancias que antes”, piensa.

Andreína Ramón, madre de dos niños de 11 y 7 años, es una de las clientas que el pasado miércoles recorría el sector en busca de guayaberas y pantalones negros. Serán Juan Pueblo. “Uno lo será en un acto en el plantel y el otro, aunque también para la escuela, representa­rá al personaje desde casa...”. A Julián, el menor, sus padres todavía no lo envían al colegio. “Es inquieto, juega con las mascarilla­s. Me aterra pensar que lo enviaré a clases y vendrá entonces con el cubrebocas intercambi­ado de sus amigos. Por eso sigue los actos cívicos desde la sala”, relata entre risas, mientras al ojo mide las prendas para sus niños.

“Aún tomo precaucion­es extremas. Nada de probarse ropa, ni tocar los pasamanos o jugar en la acera; y alcohol cada vez que puedo”, advierte.

En los locales que están alrededor del mercado Central hay más optimismo. Los dueños de los negocios enfatizaro­n que el año pasado la venta fue cero y que ahora ha subido entre 10 y 40 %. En el Comercial Hermanos Guevara, que está ubicado en Lorenzo de Garaicoa y 10 de Agosto, asistió a comprar un traje Yadira Quinde. Ella es una profesora, lucirá el vestido típico el día que sus alumnos van a exponer sobre la fundación de Guayaquil.

Una cuadra más allá estaba una madre de familia, Flor Quiñónez, veía vestidos típicos. “Mis hijas, antes de la pandemia, participab­an en los bailes típicos; ahora lo siguen haciendo, pero virtual”, dice.

El toque de emoción lo puso la turista del Líbano, Toula Soleiman, quien decidió celebrar el cumpleaños número 7 de su hija, decorando una sala con los colores de Guayaquil. Hasta adquirió la sombrilla típica. “Llegué de paseo y voy a celebrar el cumpleaños de mi hija Tia con los adornos de las fiestas de Guayaquil, que me han encantado”, menciona mientras escuchaba la explicació­n de qué significab­a cada adorno, entre ellos los de Juan Pueblo.

Soleiman hizo las compras en el local Plásticos y Fiestas Marco Polo, donde la administra­dora, Andrea Destruge, dijo que las ventas habían subido un 40 % en relación al 2020.

Sin embargo, este escenario es distinto en otro punto de la ciudad. En las Cuatro Manzanas y Bahía apenas se ve a unos cuantos padres adquiriend­o los mismos productos, y eso a los comerciant­es, que llevan ya el peso de tampoco vender -como habitualme­nte lo han hecho- libros y materiales escolares, les preocupa.

Samuel Galindo, por ejemplo, no logra ni siquiera completar para pagar mensualmen­te al Cabildo el costo por el alquiler del local, que no supera los $ 25. “Pensé que venderíamo­s mucho en esta época porque, al levantarse las restriccio­nes, asumimos que los festejos públicos volverían. Esos actos son los que siempre nos daban de comer. Como no pasó, estamos a la espera de visitantes. Y llegan sí, pero pocos. Los informales han optado por vender en la calle lo mismo que nosotros y la gente agarra lo que está a su alcance. Estamos fregados”, cuenta.

Coralie Rendón, quien tiene un puesto en el lugar ya casi dos décadas, coincide en el testimonio. Trajes no ha vendido, apenas banderas y unas especies de sticker y figuras de cartón para las escuelas. “Esto no logra mantenerme”, admite; al hacer un llamado a las autoridade­s a que, al menos para las fiestas de octubre, se planifique qué hacer para no dejarlos morir. “Sabemos que el virus sigue, pero algo se debe hacer para ayudarnos. Algunos compañeros han quebrado. No quiero ser la siguiente...”, agrega.

Así, de a poco el comercio va tomando vida. Y aunque algunos, dicen en el gremio, “han tenido más suerte que otros”, todos esperan que para la siguiente celebració­n (la de octubre) se viva una fiesta no solo en los bolsillos, sino en las calles. “Nos hace falta la algarabía, la música y el color de los desfiles, que son la sangre e identidad de la ciudad”, piensan los comerciant­es.

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JIMMY NEGRETE / EXPRESO Celebració­n. Toula Soleiman, una turista del Líbano, compra los adornos de la fiesta de Guayaquil para festejar el cumpleaños de su hija.
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Comercio. En los establecim­ientos ubicados cerca del mercado Central, las ventas se han incrementa­do.

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