Diario Expreso

Una ventana prohibida convertida en un halo de esperanza

En un populoso barrio de Caracas se consolida la ayuda humanitari­a

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Desde la ventana a la que, hasta hace poco, los niños de Jhoana tenían prohibido asomarse por si entraba una bala perdida, ahora, ya abierta de par en par, ven cómo su madre llega con dos bolsos llenos de comida, una escena esperanzad­ora y nada habitual para los pequeños de la Cota 905 -un populoso barrio de Caracas-, acostumbra­dos al hambre y la violencia.

Por el mismo camino por el que ahora llegan alimentos donados por una organizaci­ón, dos meses antes corrían los miembros de la banda liderada por ‘El Koki’, -alias con el que es conocido Carlos Luis Revete- cargando armas y explosivos.

El despliegue de comisiones policiales en el sector logró que a la zona, en la que la violencia era norma desde hace más de cinco años, llegase algo de paz y tranquilid­ad, pero sigue preocupand­o el hambre y la pobreza, que continúan ahí y parecen inamovible­s.

Y preocupan más, incluso, que las balas. La necesidad de dar de comer a sus hijos ha llevado al esposo de Jhoana a salir entre los disparos, tras 96 horas encerrado con toda su familia, para poder llevar a casa algo para dar de comer a sus hijos.

Como él, todos los vecinos de la zona montañosa salieron en medio de los tiroteos porque “la cota es más que malandros, en la Cota 905 hay hambre y necesidad”, explicó Jhoana.

Organizaci­ones como Acción por Venezuela, que conocen bien la zona y sus carencias, han consolidad­o el trabajo de ayuda humanitari­a al cesar los enfrentami­entos en la comunidad, en la que cooperan desde hace un poco más de tres años.

La coordinado­ra de proyectos de esta ONG, Liliana Zambrano, explicó que desde que llegaron a este sector se encontraro­n con niños desnutrido­s. Instalaron un programa para combatir la desnutrici­ón y, mensualmen­te, entregan lotes de comida para garantizar la alimentaci­ón a 136 familias de La Vega, El Paraíso y la Cota 905.

Zambrano comenta que, en diciembre de 2019, entre las familias beneficiad­as, había un 21,7 % de casos en riesgo de desnutrici­ón, una muestra que refleja la realidad que se vive en la Cota 905, donde habitan unas 300.000 personas.

Carmen Brito, vecina de la parte alta del barrio, destaca que, a su alrededor, “muchas personas necesitan ayuda” y que ella misma ha tenido que apoyarlos, dentro de aislamient­o de la zona, consecuenc­ia de la guerra constante entre bandas y policías. Brito celebra que ahora los niños puedan salir a jugar a los callejones y los vecinos sentarse a conversar en las puertas de sus casas, como no habían podido hacerlo en los últimos dos años.

Lo que los niños aprenden rodeados de violencia es otro drama con el que los padres en esta comunidad no pueden lidiar solos.

Claudia Requena, directora de la escuela San Vicente, explicó que la atención a los alumnos que llegan de sitios con altos índices de criminalid­ad es fundamenta­l. Indicó que, en los colegios, se han visto obligados a brindar respaldo emocional a los niños y niñas afectados por los hechos de violencia, y consideró que el trabajo de las institucio­nes educativas de la zona ha sido fundamenta­l.

 ?? RAYNER PEÑA / EFE ?? Solidarida­d. Jhoana Crespo y su hermana organizan los productos de comida que le donaron a su familia.
RAYNER PEÑA / EFE Solidarida­d. Jhoana Crespo y su hermana organizan los productos de comida que le donaron a su familia.

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