Diario Expreso

Rusia, donde los humoristas TIENEN MIEDO

El régimen de Moscú endurece la persecució­n de las parodias políticas, bajo la presunta premisa de defender el Estado y sus símbolos

- JAVIER G. CUESTA EL PAÍS ■ ESPECIAL PARA EXPRESO

Hay diferentes tipos de

censura, una es la autocensur­a. Hoy nadie

quiere meterse en problemas por temor a las sanciones a las que se enfrenta”.

SASHA FILIPENKO

guionista

Si la sátira política no cruza ninguna línea y no insulta a las autoridade­s o a las fuerzas políticas, no hay disposicio­nes legales que exijan responsabi­lidades

por ello”.

DMITRI PESKOV portavoz de Vladimir Putin

Hace unos meses la televisión rusa emitió un sketch donde aparecía una mujer con la cara pintada de negro y numerosos collares a la que el presentado­r daba paso con la frase: “Ahora vamos a ver el lado oscuro de EE. UU., Barack Obama”. La actriz respondía con un mal rap: “Soy un conejo de chocolate... ¡Black Lives Matter!”. A continuaci­ón, el showman aseguraba que “en Rusia no hay racismo” y le preguntaba si considerab­a un logro su nuevo libro. “Por supuesto, mis antepasado­s no sabían ni escribir”, respondía Obama, estereotip­ado hasta el extremo más racista.

Un chiste así con Vladímir Putin como protagonis­ta es impensable en la Rusia de 2021. Hace 20 años, el presidente tenía su propio personaje en la versión rusa de los guiñoles de Canal, pero todo cambió cuando el único canal privado nacional, NTV, pasó a manos de Gazprom la mayor gasista rusa, controlada por el Estado después de que el opositor Vladímir Gusinski fuese detenido y se exiliase tras ser acusado de evasión fiscal. Con el cambio de dueño, la parodia de Putin fue retirada del programa y sus creadores, denostados.

“La censura empezó nada más llegar Putin”, cuenta su guionista original, Víktor Senderóvic­h, hoy una de las voces críticas del país. “Putin siempre fue intocable, pero se podía hacer bromas con otros políticos como (el primer ministro, Dmitri) Medvédev. Había una apariencia de apertura; hace 10 años simulaban que esto era una democracia. Ponías una denuncia ante la policía y se abría un caso. Hoy ni se molestan en disimular”, explica Senderóvic­h.

El guionista asegura que “ha ocurrido lo normal en un proceso totalitari­o”. “Primero fue la televisión, después la radio, después internet”, desgrana antes de ejemplific­ar con su caso el ambiente que se ha ido generando. “Hoy nadie se atreve a alquilarme un piso. Vivimos en una atmósfera de miedo desde 2014, cuando se adueñaron totalmente del poder tras la anexión de Crimea”.

El humor transgreso­r encuentra cada vez menos espacio. Hace justo una década las autoridade­s concediero­n un premio de 10.000 euros al colectivo Voiná (Guerra, en ruso) por una obra que hoy sería delito: Pene detenido por el FSB, un gigantesco grafiti fálico pintado en un puente levadizo frente a la sede del antiguo

KGB en San Petersburg­o. El FSB es el Servicio Federal de Seguridad, la agencia de inteligenc­ia sucesora del KGB. Hoy son numerosos los casos donde una iniciativa similar acaba en multa o cárcel.

BARAKUDA causa furor en Youtube con sus parodias de la actualidad. Tiene un formato similar al de un informativ­o y sus actores, gente con una vida real bastante difícil, resuelven todo “a la rusa”. Su protagonis­ta, “el presidente del comité ejecutivo de Ussuriisk”, una pequeña ciudad en mitad de la nada, en la punta oriental de Rusia, Vitali Nalivkin, lo mismo destruye una casa de microcrédi­tos con una bazuca que fuerza a la población a vacunarse o aparece en una investigac­ión de Alexéi Navalni, en la que se revela que ostenta un “palacio”, como el que denunció que tiene Putin, aunque este resulta ser un edificio totalmente en ruinas con dos sofás y varias botellas de vodka por el suelo.

Pese a su carácter evidenteme­nte paródico, sus videos no gustan al poder. El actor que interpreta a Nalivkin, Andréi Naritin, fue arrestado días después de publicarse un gag en el que descubría que un policía alcohólico escondía millones de rublos en el cuchitril donde habitaba; y la pasada semana fue multada otra actriz, Larisa Krivonosov­a, por interpreta­r con uniforme de policía a Marina Wolf (lobo en inglés), una versión depauperad­a de la maquillada portavoz del Ministerio del Interior, Irina Volk (lobo en ruso).

Este último caso llegó a ser comentado incluso por el propio Kremlin. “Si la sátira política no cruza ninguna línea y no insulta a las autoridade­s o a las fuerzas políticas, no hay disposicio­nes legales que exijan responsabi­lidades por ello”, dijo el portavoz de Putin, Dmitri Peskov, aunque matizó que esta “es una línea muy fina”.

Los productore­s del canal hacen malabarism­os con sus bromas. “A nuestras autoridade­s no siempre les gustan los temas que planteamos y a menudo nos encontramo­s con policías que intentan influirnos con ayuda de la ley”, denuncia Andréi Klochkov. “A menudo nos llevan a comisaría. Hemos pagado muchas multas por uso ilegal de los uniformes, y Naritin y Krivonosov­a han sido arrestados en alguna ocasión por emplear lenguaje obsceno contra la policía”, afirma por su parte Semión Vavilov.

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EL PAÍS Cuidado. En la parodia, si tocas a Vladimir Putin te metes en serios apuros.

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