LA VIRGINIA
Olmedo no fue buen administrador de su herencia, ni cobrador de lo adeudado a él por los gobiernos de Ecuador y Perú
Es otra hacienda que forma parte de nuestra historia. José Joaquín Olmedo la heredó de su padre Miguel Olmedo, exitoso empresario. Queda en Babahoyo, muy cerca de donde estaba La Elvira, de Juan José Flores. Hoy es un museo incompleto. En la propiedad había ganado, cacao y cañaverales. El epistolario de Olmedo está lleno de cartas quejándose de problemas y frustraciones debido a lo que sucedía en La Virginia. Uno de sus reclamos, no tener noticias sobre ella, hace pensar que el administrador no le reportaba y Olmedo no le exigía mantenerlo informado. Su relación con La Virginia era inexplicable, no sabía qué hacer con ella, pero disfrutaba vivir allí donde se inspiraba para escribir sus poesías. Cuando desempeñaba algún cargo público lamentaba no estar en condiciones de administrar la hacienda. Era contradictorio porque pasó largas temporadas cuando quería inspirarse en las musas, tenía problemas de salud o conflictos políticos causados por Vicente Rocafuerte. Eran amigos cercanos, pero personalidades diametralmente opuestas. Uno era apacible, el otro desbordante. En 1833 al iniciarse el conflicto armado entre Rocafuerte y Flores, Olmedo abandonó Guayaquil y se refugió en su hacienda. Después de la Convención de 1835, que él presidió, se retiró temporalmente de la vida pública y regresó a su hacienda. Vicente Rocafuerte siendo presidente (1835-1839) trató de impulsar el comercio exterior a través de reducir impuestos de aduana. Olmedo no se encontraba de acuerdo con la liberación de ellos, sostenía que los decretos eran perjudiciales al país; en su opinión “…se oprime a la agricultura…”. Por los decretos Olmedo no pensaba que el azúcar era un gran negocio, no tenía “esperanza de gran ganancia y quizá de ninguna”.
El primer semestre de 1836 continuaba en su hacienda dedicado a la inspiración y a ayudar a Flores a escribir poesías, este estaba en La Elvira. En 1837 a pedido del Gobierno redactó la Canción Nacional para usarse como himno. Ese año tuvo que alquilar La Virginia, su manejo de la hacienda no era rentable y necesitaba recursos económicos. Flores le preguntó si quería vender la hacienda, posiblemente la quería comprar. Olmedo
le contestó no tener planes.
El 31 de marzo de 1842 le escribió a Flores acerca de la tragedia sucedida en La Virginia. Los arrendatarios de su hacienda fugaron después de asesinar a uno de los trabajadores, vendieron sus esclavos y la dejaron casi destruida: “La hacienda de ganado, en que había como 900 cabezas entre vacas y yeguas, está también perdida, pues los arrendatarios la subarrendaron y el subarrendador ha matado y vendido a su gusto…”. Conociendo que Flores había enviado 70 esclavos a su hacienda, en carta del 22 de junio de 1843, Olmedo le solicitó que le cediera entre 4 y 6 esclavos para su hacienda que se encontraba sin suficientes trabajadores y debía cosecharse la caña para evitar que se perdiera.
En lo político su hacienda fue lugar de reuniones con personajes políticos que lo visitaban para solicitar su ayuda. Por el alza de impuestos, en la segunda administración de Flores, redactó un memorial el 18 de octubre de 1844 exponiendo el motivo del reclamo. Lo expresado por Olmedo no fue del agrado de Flores y le reclamó de haberse prestado para redactar una “nota subversiva”. Después de la derrota de Flores, entre el 18 y 19 de junio de 1845 se firmaron dos convenios en La Virginia. El primero tuvo que ver con el restablecimiento de la paz y convocatoria a una convención; el segundo, sobre la salida de Flores a Europa hasta fortalecer las instituciones; pudiendo regresar después de dos años.