2022: la determinación de nuestro futuro nos corresponde a nosotros inevitablemente
El completo transcurrir del 2021 fue un tramo temporal lleno de catástrofes y sufrimientos para la humanidad. En Ecuador, de calamidades de todo tipo, hasta de las más inimaginables. Podríamos afirmar sin temor a equivocación, que antes de que apareciera la pandemia de COVID-19 ya nuestra nación había visto resquebrajada su economía, desde años atrás, con las caóticas consecuencias que tales hechos conllevan en el desarrollo del país y el empobrecimiento de la gente. En consecuencia, el coronavirus, visto en su condición sindémica (varias pandemias juntas) nos ha develado, también, las inocultables inequidades sociales, con lo cual se registra un índice desproporcionado de resultados adversos en los sectores más empobrecidos y minorías étnicas. Aunque este virus, por su alta letalidad, no hace diferenciaciones de ningún tipo.
El 31 de diciembre de cada año es una fecha simbólica. Nos llena de sentimientos, recuerdos y nostalgia por la cantidad de sucesos y momentos desagradables ocurridos. Estamos obligados a metabolizar emocionalmente lo que nos sucede para no arrastrar ese fatídico peso con nuestros bagajes existenciales, para no llevarlo más allá cuando nos disponemos a recomponer nuestras vidas, a levantar nuestras miradas y hacer resiliencia; a sacar la mejor experiencia de lo acaecido. Lo importante es continuar adelante con paso firme y decidido. Hay que extirpar las espinas. Entresaquemos lo sobrante, lo inútil e inconveniente. La determinación de nuestro futuro nos corresponde a nosotros inevitablemente.
Ec. Mario Vargas Ochoa