Diario Expreso

EL MÁS ALLÁ DE RIQUELME

Nada es lo que parece con el ídolo y actual vicepresid­ente de Boca, una figura que trasciende a su cargo, además de ser, por inercia, opositor al macrismo

- ANDRÉS BURGO ■ EL PAÍS / E SPECIAL PARA EXPRESO

Como los escritores de culto que se lanzan a dirigir una editorial, o como los cirujanos célebres que cambian los quirófanos por la dirección de una clínica, Juan Román Riquelme atraviesa la aventura y la encrucijad­a de haber dejado su carrera de futbolista para reciclarse en dirigente deportivo.

Rey del carisma para algunos y patriarca de la antipatía para otros, Riquelme genera toneladas de amor y desprecio. Y es que su aura trasciende al fútbol: aún casi sin haber hablado de política nacional en público, mantiene un enfrentami­ento directo con Mauricio Macri, el expresiden­te de Argentina de 2015 a 2019 y de Boca de 1995 a 2007, del que Riquelme sale ganador por ahora y probableme­nte siga siéndolo en el futuro inmediato. Si cuando era jugador sus admiradore­s lo ubicaron por encima de Diego Maradona en la escala de idolatrías del club, ahora como dirigente tampoco se le advierten rivales, incluso a pesar de un equipo en construcci­ón permanente, que de buen fútbol solo ofrece monedas. Con resultados positivos en el torneo local, pero todavía a la espera de una alegría en la Copa Libertador­es (su verdadero objetivo), el Boca que dirige Riquelme no juega como el Boca en el que jugaba Riquelme.

Con mandato hasta fines de 2023, cuando intentará la reelección hasta 2027, Riquelme empezó a ocupar la vicepresid­encia primera de Boca en diciembre de 2019, el momento en el que su magnetismo entre los bosteros y el desgaste de la dirigencia anterior, en jaque tras la derrota ante River en la final de la Copa Libertador­es 2018, concluyero­n para ponerle fin a 24 años del gobierno macrista en Boca.

Macri, patrón de cuna, no habría sido presidente de Argentina sin el club al que administró con gran éxito deportivo entre 1995 y 2007, justamente en los años de mayor brillo de Riquelme: el empresario aprovechó esa rentabilid­ad deportiva y comenzó su candidatur­a política hacia la futura presidenci­a de Argentina, que alcanzaría entre 2015 y 2019.

Macri y los delfines de su partido (PRO) siguieron comandando Boca entre 2011 y 2019 a través del presidente Daniel Angelici, un dirigente que conoce de procedimie­ntos mediáticos, políticos y judiciales, pero que cayó ante el Ídolo a fines de 2019.

Dos años y cinco meses después, ya en la segunda mitad de su primer mandato, el poder de Riquelme es superior a su cargo de vice: la figura del presidente Jorge Amor Ameal quedó diluida detrás del ex 10, quien maneja el llamado Consejo de Fútbol, también integrado por los exjugadore­s Jorge Bermúdez, Raúl Cascini y Marcelo Delgado, todos campeones del mundo (como Román) con Boca a principios de siglo. Quienes siguen el día a día del club describen a Ameal como una figura de palacio, un primer ministro relegado a cuestiones institucio­nales y de deportes satelitale­s, siempre por debajo de Riquelme, amo y señor del fútbol. La fórmula ganadora se rompió al año de gestión, cuando el vicepresid­ente segundo, el empresario Mario Pergolini, a cargo del área de comunicaci­ón, renunció después de que el Consejo de Fútbol (que lo considerab­a un infiltrado macrista) lo aisló y le marcó la salida.

El fuego de Román ilumina o derrite, también a los suyos, y el técnico del equipo, Sebastián Battaglia, debe dar muestras de autoridad permanente ante un escenario poco frecuente. Riquelme llevó su atipicidad a Boca: no es fácil encontrar otros clubes en los que la mayor referencia de fútbol no sea el técnico, sino un dirigente. En el trazo grueso, sin embargo, si no fuera porque se trata de una figura incandesce­nte, con peso propio, el mandato del Riquelme directivo no llamaría la atención, al menos por los resultados: el Boca 2019-2022 mantiene la estela de los últimos años del club. Los triunfos en el torneo local contrastan con las frustracio­nes internacio­nales que el club arrastra desde 2007, el año en que levantó su última copa más allá de las fronteras.

Si el Riquelme con pincel en la pierna derecha era un artista fértil en títulos (ganó tres Copas Libertador­es y una Interconti­nental, ante el Real Madrid, en 2000), el Boca que preside por ahora pulsa un único botón, el de la efectivida­d. En su gestión, a la que todavía le faltan 19 meses, el equipo juega un fútbol que a los imparciale­s no les da ganas de ver, aunque suficiente para haber dado tres vueltas olímpicas nacionales.

El símbolo xeneize es ese amor y odio que genera, y que seguirá en el aire. “Nunca fue fácil cuando jugaba: no era accesible a los medios y le ganó a Macri. Las dos cosas son el mismo tipo y eso es muy potente”, dice el periodista Diego Tomasi, autor de ‘El caño más bello del mundo’, un libro que tiene una hipótesis: la existencia de una filosofía futbolera riquelmean­a. “Nunca vi una operación permanente en los medios como ahora, y en el fondo no es contra Boca, sino contra Román. Creo que incluso es clasista: para muchos periodista­s es inaceptabl­e que un tipo que salió de la villa te haga quedar como un idiota, que es lo que consigue Riquelme el 90 % de las veces que habla en los medios. El tipo tiene un origen que no cambia, es una ética de vida, ‘no pertenezco a esto’. No te quiere nunca y no te va a querer nunca”, agrega.

Sergio Olguín, escritor e hincha de Boca, profundiza esa línea: “El establishm­ent del periodismo deportivo tiene un fuerte vínculo con lo que ahora es la oposición en Boca, el macrismo liderado por Angelici. Entonces apunta al fracaso de Riquelme. Y como además los resultados deportivos todavía no se dieron, esas críticas aumentan, pero Riquelme sostiene la mística bostera, y eso lo sostiene a Riquelme”.

Macri se parapetó contra Riquelme en marzo pasado, tras una derrota ante Huracán en la Bombonera, la única en las primeras 12 fechas de Boca en la Copa de la Liga. “¿No te das cuenta de que nos está arruinando? Una cosa es saber poner la pelota y otra dirigir un club”, apuntó el expresiden­te, a quien el ídolo le dedicó su festejo de gol más conocido, el de llevarse las manos a las orejas, en 2000, en medio de sus habituales tensiones. Riquelme nunca aclaró por quién vota en las elecciones nacionales (cuando le preguntaro­n si simpatizab­a con el peronismo, rival del macrismo, respondió: “No, yo de política no entiendo nada”), pero no pierde la oportunida­d de marcarle la cancha a los aliados de Macri en el club: “Los anteriores estuvieron 20 años y lo usaron para lo que tenían que usar. Yo soy hincha de Boca, no de un partido político”.

Según Olguín, “Román tiene una continuida­d entre lo deportivo y lo político. Ya era un actor político cuando le hizo ese festejo del Topo Gigio (el de juntarse las manos contra las orejas) a Macri, y ahora lo hace como dirigente”. Para el autor de ‘La fragilidad de los cuerpos’ y ‘Oscura monótona sangre’, Riquelme “es una figura muy fuerte, difícil de ignorar”, la confirmaci­ón de alguien único, como jugador y como dirigente, ante el reto de repetir en los despachos lo que hizo en el campo de juego, acaso su última utopía.

Román ya era un actor político cuando le hizo ese festejo del Topo Gigio (el de juntarse las manos

contra las orejas) a Macri, y ahora lo hace como dirigente. SERGIO OLGUÍN,

escritor

TRAYECTORI­A

Román Riquelme militó en cuatro equipos durante su carrera: además de Boca Juniors jugó en Argentinos Juniors, Barcelona y Villarreal, estos dos últimos de España.

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CORTESÍA Figura. Juan Román Riquelme, vicepresid­ente de Boca, dejó el campo para ser dirigente y, a la vez, el máximo representa­nte del club xeneize.
 ?? ?? Desafiante. Román Riquelme hace el Topo Gigio delante de Mauricio Macri, expresiden­te xeneize.
Desafiante. Román Riquelme hace el Topo Gigio delante de Mauricio Macri, expresiden­te xeneize.

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