Estudiando a los centinelas de los cambios globales
La Antártida puede actuar como vigía de la contaminación planetaria
¿ Tienen los pingüinos personalidad y se ve alterada por el cambio climático? ¿Qué contaminantes emergentes han llegado ya al continente helado? Esas son preguntas a las que tratan de responder algunos de los proyectos científicos de la recién terminada Campaña Antártica Española.
Con 26 proyectos científicos españoles y otras actividades de colaboración internacional, la XXXV Campaña Antártica cerró en abril, después de tres meses de investigaciones sobre la dinámica de glaciares, la geomorfología sísmica, los contaminantes emergentes o la ecología de pingüinos.
La Antártida es un continente especialmente sensible a la contaminación de origen humano y al cambio climático, una especie de “centinela”, de ahí la importancia de estudiar allí sus efectos en múltiples vertientes.
Una de ellas es la fauna y este año ha comenzado el proyecto Perpantar, dirigido por el biólogo e investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Andrés Barbosa, para estudiar las consecuencias ecológicas y evolutivas de la personalidad de los pingüinos y sus respuestas ante el cambio climático.
Barbosa señala que no hay que pensar en personalidad en términos humanos, no se trata de ver “cuál es el más dicharachero”, sino de identificar los rasgos de conducta que son consistentes en el tiempo, en diferentes contextos y que difieren entre los individuos de la misma especie.
Hay ejemplares que son más valientes o más agresivos y otros más asustadizos o menos exploradores y situaciones intermedias. De esto dependen muchas de las cosas que hacen los individuos y redundan en las respuestas que tienen las poblaciones y las especies.
El primer paso del proyecto, que durará tres años, es establecer si los pingüinos tienen ciertos rasgos que se pueden calificar de personalidad o si son “simplemente plasticidad comportamental” y, aunque deben analizar los datos, parecería que sí, señala Barbosa, que empezó a estudiarlos hace 30 años.
El equipo, formado también por el Instituto de Salud Carlos III, y las universidades de Alcalá de Henares, Murcia y Oxford, ha trabajado principalmente con pingüinos barbijo en la base antártica Gabriel de Castilla, en isla Decepción.
También hay datos para estudiar si la personalidad tiene una base fisiológica (por los diferentes perfiles hormonales), si hay interacciones, por ejemplo con la respuesta inmunitaria, o determinar cómo podrían reaccionar frente a los cambios de distribución de su alimento por el cambio climático.
La zona donde España tiene sus dos bases, la Gabriel de Castilla y la Juan Carlos I, es “donde más rápidamente se está produciendo un aumento de las temperaturas”.
Barbosa define la Antártida como “un termómetro, que avanza información y es la voz de alarma de cómo, a qué velocidad y tipo de irreversibilidad se van a producir los cambios” y los pingüinos son “unos centinelas perfectos”para detectarlos.