Olas de despilfarro
El cabildo guayaquileño anunció hace pocos días que se construye una gran piscina con olas para los habitantes del suburbio. Una obra que supera los dos millones de dólares y que se piensa inaugurar, con bombos y platillos, para las fiestas octubrinas, como si se tratara de una obra magistral que mejorará la calidad de vida de quienes habitan en la zona. Pese a que las necesidades de los ciudadanos del Puerto Principal son más que evidentes, nuestros gobernantes se empecinan en invertir dinero en elefantes blancos, como si la salud, educación o la seguridad ciudadana no mereciera atención.
Uno, como ciudadano común, sin maestrías o doctorados, entiende mejor el significado de costo-beneficio, porque invertir tanto en algo que seguramente se usará solo los fines de semana, no es de inteligentes.
El coronavirus nos dejó claro que la salud mental es vital para los seres humanos, pero, para llegar a esa armonía existe una serie de expectativas que deben ser cumplidas antes.
La salud sigue siendo una utopía para muchos porteños que a diario abarrotan los hospitales públicos mendigando por algo de atención, y si con algo de suerte la reciben, deben aceptar, como si se tratara de una broma de mal gusto, la ausencia de especialistas, de insumos y hasta de equipos médicos.
El año lectivo en la costa acaba de empezar y decenas de colegios carecen hasta de lo más básico (pupitres para los estudiantes o maestros).
Pese a que las necesidades de los ciudadanos del Puerto Principal son más que evidentes, nuestros gobernantes se empecinan en invertir dinero en elefantes blancos...’.
Entonces, para un proyecto tan grande, pese a que generará cientos de plazas de trabajo y miles de aledaños disfrutarán del balneario, queda claro que el beneficio mayor podría ser para unos cuantos que están a cargo de la obra y todas las responsabilidades administrativas, como ha sucedido con contratos anteriores, tema recurrente en el cabildo porteño.
En una ciudad con una marcada crisis hospitalaria, con la educación que pide ayuda a gritos, y golpeada por la violencia, donde las muertes por sicariato llenan las páginas de los diarios y se apoderan de los noticieros, una piscina de olas es lo último que necesitamos. Tenemos nuestra propia ola de sangre y de problemas que nos ahoga en la incertidumbre.