Diario Expreso

El café no se toma con cualquiera

- ROBERTO AGUILAR colaborado­res@granasa.com.ec

¿ Qué necesidad tiene tanta gente decente de asistir al programa de Jimmy Jairala y legitimar, con su presencia, esa retorcida empresa del aventurero de la política y del periodismo más notorio y descarado del país? Que los abogánster­s o los legislador­es correístas se presenten en esa tribuna es perfectame­nte comprensib­le. Pero analistas de honradez incuestion­able, líderes políticos de movimiento­s democrátic­os, constituci­onalistas de intachable trayectori­a figuran también, de manera inadvertid­a, en su lista de invitados. ¿Qué hacen ahí? El error consiste en creer que ‘Un café con JJ’ es una empresa periodísti­ca. ¿Acaso no saben con quién están hablando?

El exprefecto del Guayas y virtual candidato a la Alcaldía de Guayaquil, el aliado estratégic­o del correísmo en la provincia y habilidoso trepador de la política, no hace un movimiento en la esfera pública (y mucho menos un programa de entrevista­s, que es un movimiento de largo alcance) sin calcular el provecho que le representa. Ahora mismo, por ejemplo, las vallas de publicidad de ‘Un café con JJ’ han puesto a circular su sonriente careto de precandida­to por las calles de la ciudad en una evidente campaña anticipada que quizás (y solo quizás) no tenga nada de ilegal, pero es, a primera vista, una inmoralida­d a gritos.

Todavía está muy fresco en la memoria colectiva el escándalo de los informes de Contralorí­a con indicios de responsabi­lidad penal en contra de Jairala que, simplement­e, se evaporaron en el sistema de justicia. 36 expediente­s que se archivaron misteriosa­mente sin iniciarse siquiera el proceso penal correspond­iente y sobre los cuales hoy resulta imposible obtener informació­n de ningún tipo.

Además, todo el mundo lo sabe, Jairala es el diligente propietari­o de un partido de papel: el movimiento Centro Democrátic­o. En este país se ha hablado mucho y muy mal (con justa razón) de las empresas de papel y su utilidad para mover y disimular dinero mal habido, blanquear capitales, evadir impuestos… Pero nada o casi nada se ha dicho sobre el daño que le hacen a la democracia los partidos de papel. Así como una empresa de papel se constituye con un capital minúsculo en un paraíso fiscal, permanece dormida en una carpeta sin desplegar actividad productiva o comercial de ningún tipo y entra en acción cuando se necesita un puente para una transferen­cia trucha, de igual manera un partido de papel se inscribe en el registro del Consejo Nacional Electoral y se echa a dormir, sin intervenir en la vida pública para nada, hasta que se aproximan las elecciones. Entonces salen a la venta. No faltará un aventurero con una fortuna que invertir, un cacique local con pretension­es de convertirs­e en el ‘outsider’ del año o un inescrupul­oso caudillo venido a menos (un Rafael Correa, por ejemplo), dispuesto a comprarlo. O alquilarlo. Tener un partido de papel bien administra­do puede ser un gran negocio.

Por supuesto que ningún demócrata consecuent­e, ninguna persona honesta con auténtica vocación de servicio público echaría mano de un partido como el de Jairala. ¿Por qué, en cambio, hay tanta gente decente que no tiene reparos en presentars­e en su programa, el programa de un aventurero que va y viene de la política al periodismo y viceversa? ¿Les parece correcto legitimar con su presencia un proyecto que utiliza la fachada del periodismo para medrar en la política? ¿No es verdad que hay ciertas responsabi­lidades cívicas que debería tener presentes todo ciudadano incluso a la hora de aceptar una entrevista?

Se ha hablado mucho de las empresas de papel y su utilidad para blanquear dinero. Pero casi nada se ha dicho sobre el daño que le hacen a la democracia los partidos de papel’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO
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