Escuela de cinismo
Que la verdad y la política nunca se han llevado demasiado bien, enunciado de una gran pensadora del siglo pasado, conserva su vigencia a más de 50 años de su publicación. Y su tesis central, la idea de que la mentira en la política moderna descansa sobre la habilidad de transformar los hechos en simples opiniones, parece haberse convertido en mandamiento del debate público del siglo XXI.
Hay algo, sin embargo, que ni siquiera una mente tan brillante como la de la mayor filósofa política de su tiempo pudo prever: el desparpajo de nuestros políticos para aferrarse a la mentira contra toda evidencia. En aquel entonces un político podía engañar sobre el origen o la cuantía de su fortuna, pero si lo pescaban en un aeropuerto con decenas de miles de dólares en efectivo se derrumbaba su historia. Podía hacerse pasar por perseguido, pero si tres tribunales sucesivos lo encontraban culpable de cohecho con una montaña de pruebas, se terminaba su carrera. Hoy, aquí, ninguna mentira es tan burda que no pueda repetirse tercamente; ningún delito tan grave que no pueda justificarse con toda desvergüenza. La escuela de cinismo de las mafias políticas que operan en países como el nuestro es de tal naturaleza, que la filosofía política universal necesita actualizarse para comprenderlos.
Hace 50 años, un político podía mentir sobre el origen o cuantía de su fortuna, pero si lo pescaban en un aeropuerto internacional con decenas de miles dólares en efectivo, se derrumbaba su historia. Hoy no hay mentira que no aguante’.