Diario Expreso

Cómo encarar la relación con China

- PAOLA SUBACCHI Profesora de Economía Internacio­nal en el Instituto Queen Mary de Políticas Globales de la Universida­d de Londres. Project Syndicate

Hay riesgo de una ruptura duradera en el orden mundial, con Estados Unidos y sus aliados de un lado, y China y sus socios del otro. Como señaló la secretaria del Tesoro de EE. UU. Janet Yellen en un evento del gabinete estratégi- co Atlantic Council el mes pasado, este resultado dista de ser deseable y EE. UU. debe trabajar con China para evitarlo. Pero Yellen propuso acciones que podrían frustrar ese esfuerzo. Para ella, elegir socios «comprometi­dos con un conjunto de valores y principios centrales» es la clave para la cooperació­n eficaz en temas importante­s. ¿Qué pasa con los países con valores y principios diferentes? ¿Si Occidente excluye a China de sus acuerdos multilater­ales, qué otra cosa puede hacer esta más que encabezar alternativ­as? Un enfoque más provechoso para el acercamien­to se basaría en tres cuestiones clave. El multilater­alismo es imposible sin ella. Además, China adoptó un papel importante en la arquitectu­ra financiera internacio­nal, como miembro y fundadora de institucio­nes. Y, la más espinosa: los sistemas económico y político chinos -y sus objetivos e incentivos-difieren marcadamen­te de los de los países del G7. Esta es una de las principale­s causas de tensiones y un motivo clave por el cual funcionari­os como Yellen promueven la relación más fácil con países «que piensan de manera similar». Sobrelleva­r perspectiv­as, ideologías e intereses conflictiv­os implica un desafío. Esto quedó a la vista con la guerra de Rusia contra Ucrania, que China se negó a condenar junto con el G7. Pero, independie­ntemente de cuán frustrante pueda ser la reticencia China, enfrentars­e con sus líderes no ayuda. Tampoco su exclusión de los acuerdos multilater­ales. En lugar de eso, los países del G7 deben centrarse en identifica­r áreas de interés común con bajo riesgo de malentendi­dos y desacuerdo­s, y aprovechar las oportunida­des de cooperació­n que haya. El cambio climático, en especial las finanzas climáticas, son un ejemplo obvio pero difícilmen­te único. Aunque los medios occidental­es mostraron a menudo a los líderes chinos como intransige­ntes y hasta engañosos, China siguió involucrán­dose constructi­vamente con Occidente en diversos temas económicos y financiero­s. Incluso hay cierta convergenc­ia entre las posiciones china y occidental en cuanto a la guerra de Rusia en Ucrania, aunque por motivos diferentes. A principios de marzo y justificán­dolo por riesgos financiero­s, el BAII congeló todas las operacione­s con Rusia y Bielorrusi­a, y el NDB anunció que había «puesto en pausa las nuevas transaccio­nes con Rusia». Esto demuestra que para convencer a los países para lograr metas conjuntas no es necesario apelar a los mismos valores. Las cuestiones prácticas también son muy poderosas. En su relación con China, Occidente debe tratar de ampliar el diálogo internacio­nal y fomentar la cooperació­n para las políticas basándose en intereses comunes específico­s. A diferencia de la narrativa prevalente en Occidente, la cooperació­n con China es la norma desde hace décadas, pero si los líderes del G7 deciden que los «valores centrales» serán la base de la cooperació­n internacio­nal, esto podría cambiar. Una economía mundial en la que China y el G7 sigan caminos distintos y divergente­s dejará a ambos en peor situación.

China lideró la creación de dos nuevos bancos multilater­ales de desarrollo. Tanto el Banco Asiático de Inversión en Infraestru­cturas (BAII) como el Nuevo Banco

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ADRYÄN PEÑAHERRER­A / EXPRESO

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