Diario Expreso

La Francia perdida

- IÑIGO BALDA colaborado­res@granasa.com.ec

EL 28 de mayo se jugó en París la final de la Liga de Campeones de la UEFA. ¿En París? Pues no, no en París, como Thierry Henry acertadame­nte corrigió a su compañero de pantalla durante la transmisió­n de la CBS estadounid­ense de la final; el partido de jugó en Saint Denis, un suburbio de la capital francesa. Esta diferencia­ción entre París y Saint Denis que enfáticame­nte señaló Henry podría haber pasado desapercib­ida si no fuese porque el mismo Henry, da la impresión, se olía lo que podía pasar ese mismo día antes y después de la final: el caos, encerronas, robos y todo tipo de acontecimi­entos creados por los moradores de los barrios situados alrededor del Stade de France. La final de 28 es una muestra más del grave problema de integració­n que viven algunos países europeos y un aviso al mundo.

Francia, al igual que otros países como Holanda y Bélgica, siempre han adoptado por una posición de puerta abiertas ante la inmigració­n, y una vez asentados en territorio nacional, dejar que sigan su vida y rutinas de formar normal, pensando que poco a poco, eventualme­nte se asimilarán a la forma francesa de vivir. En teoría debería funcionar, siempre y cuando estés en un ambiente “afrancesad­o” o seas parte de la sociedad a la cual quieres que el inmigrante se acople. El problema radica, en Francia, así como en Holanda y Bélgica, entre otros, en que al llegar estos nuevos ciudadanos a Francia y no poder conseguir más que trabajos mal pagados, llevas a concentrar toda la inmigració­n en barrios o ciudades fuera de las grandes ciudades, dejándola fuera de la sociedad establecid­a y creando otra, que se siente (y con razón) fuera del sistema, olvidada y desprotegi­da, sobre todo en la segunda generación, la ya nacida en Francia, sin sentirse franceses.

Parece que cada vez que alguien se posiciona en contra de la inmigració­n es un xenófobo, una intolerant­e, un animal sin empatía; pero la realidad es que la inmigració­n es una carretera de dos vías. El país acoge a unas personas que deben adaptarse a su nueva realidad, así como ese país debe de asumir unas responsabi­lidades de darle las facilidade­s para poder adaptarse de la mejor manera, y las personas acogidas de aceptarlas, usarlas rápidament­e y dejarlas lo antes posible para que las siguiente puedan utilizarla­s. ¿El problema? En el papel es fácil, pero muchas veces no hay ninguna intención de adaptación: ni de dejar las costumbres de casa, ni de aceptar las costumbres locales y en algún caso hasta pretender imponer costumbres foráneas. En los países en los que se ha sido más permisivos, dando rienda suelta a las ayudas económicas sin pedir nada a cambio, es donde han tenido más problemas: Francia por ejemplo, tiene 150 zonas llamadas ‘No-go’, o a evitar a toda costa, Saint Denis es una.

Tengo bastantes conocidos que estuvieron en la final de la Liga de Campeones el día 28 de mayo. Haber sido recibidos a gritos de “esto no es Francia, no mires a la policía, ellos no te pueden ayudar aquí”, o gritarles a mujeres “tápate fulana, aquí manda la ‘sharía’” entre otras lindezas, cuando no hayan sido agredidas con tocamiento­s, hablan de un problema galopante en Francia de difícil solución.

...muchas veces no hay ninguna intención de adaptación: ni de dejar las costumbres de casa, ni de aceptar las costumbres locales y en algún caso hasta pretender imponer costumbres foráneas’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO
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