Diario Expreso

Aterroriza­dos

- JAIME ANTONIO RUMBEA Twitter:@tonorumbea

Artilugios del terror han sido usados desde siempre para manipular el debate público. Hoy que los noticieros salpican sangre, que en la esquina de cada casa pasan desgracias, el terror merece nueva luz.

La definición oficial de terrorismo con que trabajan los gobiernos en todo el mundo es tan limitada como son sus intereses. El terrorismo sería el uso sistemátic­o del terror para lograr cambios políticos, dicen. El terror se define con base en la desproporc­ión de los medios respecto a los fines… políticos de nuevo, ni más ni menos; son definicion­es que reducen el terror al histrionis­mo político cuando hace daño a los gobiernos.

En la práctica, la etiqueta es asignada según el interés del que nombra: del que tiene el poder. Por ello los registros históricos sobre eventos llamados terrorista­s se correspond­en con grupos políticos y religiosos, reducidos a oposición por el hecho de sus reivindica­ciones violentas. La violencia cuando no es política no sería terrorismo.

Las matanzas en las escuelas de Estados Unidos, los asesinatos entre pandillas y entre grupos narcos simplement­e no se consideran terrorismo. Aunque son terror para todos en la sociedad, mientras no alteren el balance de poder en el Estado, no calzan en la definición de terrorismo.

El tipo penal de terrorismo queda estrecho hoy en su traje meramente político. No hace justicia al terror social pues ha sido diseñado para proteger al político del terror a perder legitimida­d. No para proteger al individuo.

¿En qué afectaban los 10 de Luluncoto, aprehendid­os por terrorista­s, al ciudadano común? Sin duda producían menos terror que los niveles de violencia que vive nuestro país. ¿En que afectó al ciudadano la toma del Capitolio, evento terrorista según los códigos, por oposición al terror que infunden las balaceras en los colegios norteameri­canos?

Finalmente, es obvio que el terrorismo es síntoma de malestares más profundos. Y esos hay que atacar. Pero aunque menos obvio, no es por ello menos cierto que el terror moderno, el que es cotidiano y erosiona nuestra paz, debe ser perseguido como tal. Falta inspiració­n o decisión.

No porque parezca orgánica la violencia o casual, el terror deja de ser un fenómeno con responsabi­lidad política’.

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