Diario Expreso

La otra herencia

- ABELARDO GARCÍA CALDERÓN colaborado­res@granasa.com.ec

Si los rezagos que nos regalara la presencia del COVID-19 en los niños los han marcado, como decíamos en nota anterior: en su peso, en su capacidad de desplazami­ento, movilizaci­ón y manejo corporal, hay otros aspectos como la dispersión de la atención, la necesidad de una motivación continua y sostenida, y la pérdida de lenguaje y capacidad comunicaci­onal que comparten con los estudiante­s mayores ya adolescent­es, lo que obliga a los maestros a también tener en cuenta esas considerac­iones y condiciona­ntes.

Mas, en los adolescent­es, según los casos, las familias y las circunstan­cias, hay otras huellas a veces impercepti­bles a los padres que están presentes y que los han marcado con fuerza. La soledad, el intimismo propio de ciertas edades, el viaje profundo a ese interior del Yo que se da entre los 13 y los 16 años, se volvieron caldo de cultivo perfecto para heridas emocionale­s y depresión.

El descubrir verdades que antes no conocían del hogar, el aislamient­o de ese llamado autismo cibernétic­o, los prolongado­s silencios, las dudas y preguntas no resueltas, hicieron, aunque nos parezca mentira, que muchos chicos se refugien en el desgano y la desesperan­za, en adicciones o en respuestas depresivas que los llevaron incluso a atentar contra su cuerpo, provocando dolor y marcándose, y hasta a atentar contra la propia vida.

No hay peor consejera que la depresión y eso lamentable­mente lo ha vivido muy de cerca la adolescenc­ia-covid. Por ello el rol de los psicólogos presentes en cada momento escolar y preocupado­s, debe ser constante, y la paciencia y capacidad de escuchar del educador debe ser permanente.

Como nunca los adolescent­es nos necesitan para darles acompañami­ento, fortaleza, para estimular su resilienci­a y hacerles caer en cuenta de que valen tanto que no merece la pena que se pierdan.

‘Dealers’ se instalaron muy cerca de domicilios, aun de ciudadelas cerradas; llegaron hasta las casas portando los malhadados “pedidos” y la familia distraída o ausente no supo descubrirl­o a tiempo, y acaso ni estuvo enterada.

Atendamos con amor al adolescent­e; lo necesita.

No hay peor consejera que la depresión y eso lamentable­mente lo ha vivido muy de cerca la adolescenc­iacovid’.

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